Eden Hazard ya está listo

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El fútbol contemporáneo se caracteriza por la sobreinformación, la velocidad y la exigencia. Una selección modesta con cierto hype puede resultar decepcionante tras caer en cuartos de final de una Copa del Mundo a la que no se clasificaba desde hacía doce años. Un futbolista prometedor a los 25 años nos puede parecer completamente estancado, causándonos incluso cierta desilusión verle jugar por las expectativas no cumplidas. Una estrella que ha sumado 44 goles y 29 asistencias en sus dos últimos años nos puede saber a poco porque eso es lo que suele hacer Messi en uno sólo.

En los últimos años, entre tripletes, récords y Balones de Oro, hemos perdido por completo la perspectiva. Caminamos hacia un fútbol voraz repleto de frustraciones en el que sólo la victoria aporta una cierta –y efímera- satisfacción. Hacia un fútbol en el que no podremos disfrutar tanto con Eden Hazard como lo hicimos con Pavel Nedved.

A Eden Hazard lo descubrimos regateando por la banda derecha del Lille Métropole cuando todavía era menor de edad. Ligero, agresivo, potente y veloz; su capacidad para desbordar rivales era fastuosa. Lo hacía como un autómata, sin la magia del driblador sudamericano pero con la efectividad del regateador europeo, una especie, por cierto, en peligro de extinción. Pero Hazard era más que eso. No tardó demasiado en cambiar de costado para enfocar cada arrancada, desborde y toque a la portería contraria. En la banda izquierda, ya con 20 años y tras haber ganado la Ligue 1 la temporada anterior, el joven belga se fue a los 20 goles y 18 asistencias en 38 partidos.

Su salto al estrellato, tanto del Chelsea como de Bélgica, fue tan rápido como natural. Talentos así, con todas las armas ofensivas a su disposición, no hay tantos en una generación. Quedaba por ver, eso sí, varios aspectos fundamentales que decidirían su sino como estrella: cómo de determinantes serían sus virtudes ante planteamientos enfocados a minimizarle, cómo se fundiría un futbolista tan individual en el juego colectivo y, en último lugar, en caso de superar ambas pruebas, cómo sería como líder.

El primer reto no tardó en pasarlo. Hazard es un futbolista que siempre se escapa de su marca. Su tren inferior es fuerte, su primer paso es velocísimo y su control de balón es exquisito. En el fútbol, sea cuál sea la época y el estilo imperante, el regate siempre produce beneficios para un equipo. Aunque sólo sea por el pavor que causa al conjunto rival ser desbordado, sobre todo en esta época en la que el regate no es norma, sino excepción. Sea como fuere, la banda izquierda ha parecido enjaularle en exceso. Comenzar abierto y tener que realizar siempre la misma diagonal para llegar al pico del área y, entonces, decidir qué hacer, le convertía en un futbolista más plano, más concreto y, por tanto, más fácil de desactivar de forma colectiva. Por suerte para Eden, Antonio Conte llegó a Londres en el momento justo: en el verano de 2016.

eden hazard chelsea

Hazard venía de pasar la peor temporada de su carrera. Fue ese curso en el que el Chelsea se derrumbó y la estrella belga nos comenzó a parecer insuficiente. Es bueno, desde luego, pero… ¿hasta qué punto era de los mejores? Esto es algo que en este tiempo le ha pasado hasta a Neymar Junior, el gran talento de esta generación. El techo de cristal que han marcado durante tanto tiempo Messi y Cristiano Ronaldo ha destrozado la forma que tenemos de valorar el talento más genial. No hay temporadas de margen. No hay partido en el que un crack no pueda aparecer. No hay una derrota que no le afecte. Y esto es algo absolutamente moderno. Con Kaká, el último mejor jugador del mundo de la pasada era, no sucedía así. Bastaba con una jugada brutal en Old Trafford coronando una gran temporada para enamorarnos para siempre.

En la Eurocopa 2016 este proceso tocó techo. Nos habíamos cansado tan pronto de Bélgica como de su estrella, Eden Hazard. Les miramos por encima del hombro. Sin piedad ni empatía, pero también sin ningún tipo de perspectiva. Ambos, tanto selección como futbolista, estaban en el valle que caracteriza todo viaje. Y entonces algo hizo click. Fue exactamente en el Bélgica-Hungría de octavos. Eden Hazard completó en aquel partido una de las mayores exhibiciones individuales de la década. Regateó una y otra vez a todos los húngaros con una sencillez insultante y condujo a su selección, de nuevo, a unos cuartos de final de la Eurocopa que no pisaba desde 1980.

A partir de esta descompresión y de la llegada de Antonio Conte a Stamford Bridge, todo cambió en la carrera de un Eden Hazard que, todavía, tenía 25 años. Es decir, aún le quedaba por llegar a esa cifra antes mágica de los 28, que es cuando se decía que los muy buenos pasaban a ser los mejores. Pero el técnico italiano decidió acortar plazos. El sistema de tres centrales tenía muchos objetivos, tanto defensivos como ofensivos, pero el primero y más importante fue potenciar a su estrella dándole toda la libertad posible sobre el campo. Hazard pasó a formar parte de una doble mediapunta que, en realidad, era toda para él, puesto que el otro 10 fuera Pedro o fuera Willian siempre rompía hacia fuera o hacia delante para despejar la zona en la que Eden estaba destinado a marcar diferencias. Y las marcó. Sus cifras se recuperaron, demostró cómo su juego podía beneficiar al colectivo y llevó al Chelsea a ganar otra Premier League.

Roberto Martínez también apostó por el sistema de tres centrales (…) era el sistema que mejor se adaptaba a su mejor futbolista

Roberto Martínez, de forma inteligente, también apostó por este sistema con tres centrales, dos carrileros, dos centrocampistas, dos mediapuntas y un delantero. Era, desde luego, el dibujo que mejor se adaptaba al equipo. Pero, sobre todo, era el sistema que mejor se adaptaba a su mejor futbolista. Desde entonces Eden Hazard ha confirmado lo que ya se intuía en Brasil 2014 o en Francia 2016: el líder de esta formidable generación es él. Ya puede crecer Kevin de Bruyne, ya puede romper como futbolista, incluso disputándole el título de mejor jugador belga, que el líder de los Diablos Rojos es Hazard. En las buenas y, sobre todo, en las malas.

Hace unos pocos días Japón se puso 2-0 ante Bélgica de forma, entre comillas, inmerecida, lo cual frustra todavía más a una selección que ya sí que sí sentía cierta presión por confirmar todo lo bueno que se había dicho en su día. Y ahí apareció Eden Hazard. Al principio para enviar un balón al palo que recordó a sus compañeros que en cinco minutos son capaces de marcar dos goles. Después, para bajar una altura su posición y así facilitarle tanto a los centrales como a Witsel la tarea de hacerle llegar el balón a él. Hazard comenzó a exigir la pelota sin que ningún japonés pudiera evitarlo, sin que ningún belga quisiera negarse. Y Bélgica, como ya sabemos, remontó en el 95’.

Eden Hazard ha ido quemando las etapas que antes quemó el ya mencionado Kaká. Es un futbolista que, pese a la eliminación ante Francia en semifinales, ya está preparado para asumir cualquier tipo de reto futbolístico. Es un regateador portentoso, suma cifras importantes año tras año, cada vez tiene más peso a la hora de hacer jugar a sus compañeros y tiene la personalidad que requiere un talento de su magnitud. Sólo hay un reto que Eden no está preparado para afrontar ni ahora ni, posiblemente, nunca: nuestra actual e irreal concepción del fútbol en el que ningún equipo juega bien y ningún futbolista es tan bueno.

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