«Siempre fuimos los zorros y no nos preocupó ser los conejos»

¿Cómo, que la vida en pareja puede tornarse ingrata, gris, laberíntica y carente de significados dignos hasta el mismo momento de la liberadora y necesaria muerte? Nadie lo habría imaginado. Lorcan Finnegan, que debutó en Sitges con Without Name (2016), sí. En Vivarium (2019) ha pasado por esta idea tan desoladora una capa de sci-fi con la que hacer tragar sin espasmos la píldora de la monotonía. El barrio residencial, la casa con jardín, aparcar en la puerta y la descendencia enviada a salvar el planeta. Todo, con el fondo de la claustrofobia a cielo abierto, el verde de significado variable: por si encontrar piso, sobrevivir a lo fatuo o pelear por lo que merece la pena no fuera suficiente, a los personajes de Jesse Eisenberg e Imogen Poots (nombrada Mejor Actriz de Sitges 2019) les sobreviene una misión inabarcable: la paternidad. Reproduciendo los clichés de la sociedad americana enferma (psicosis, tremendismo, suicidio, depresión), Lorcan Finnegan crea una apetecible parábola que no es más que un turbio vistazo a las necesidades y consecuencias de la generación más preparada: impostura y vacío.  

¿Cómo se tomó el desafío de plantear en Vivarium el drama de la maternidad y la paternidad?

Es interesante, porque la gente ve a un padre y una madre criando a un hijo, pero el hijo en la película es inhumano y desde luego que no han pedido, así que suma presión adicional a la relación, ya deteriorada por vivir a la fuerza en un sitio donde no quieren vivir. Así que están forzados a vivir donde no quieren y criar a un hijo que no habían pedido, y que además no es del todo humano. Representa la presión de estar a la altura de todo lo que la gente cree que quieres tener: una casa en las afueras con jardín y una familia donde haya madre, padre e hijo, cuando no es ni de lejos lo que desearías.


Vivarium incide en la idea de alienación, la pérdida de identidad individual. ¿Al escribirla lo hacías pensando en la gran amenaza millennial?

Sí, sí, vivimos en una sociedad en la que no conocemos ni siquiera a nuestros vecinos, hemos perdido toda naturalidad, allá donde mires todo parece lo mismo… no hay ciudad en el mundo sin un Starbucks, un Zara, toda esa mierda. El capitalismo ha arrasado con todo, piensa en la cantidad de cajas que hay llegando a la gente a sus casas desde Amazon, nadie se pregunta de dónde vienen en realidad… Representa la muerte de la vida en comunidad. Así que sí.

¿Qué tal fue con Jesse Eisenberg e Imogen Poots?

Son brillantes. Ya se conocían de haber trabajado antes, en The art of self-defense, así que fue genial. Son además muy divertidos: aunque la película es bastante oscura, no paraban de aportar texto, sátira, humor negro durante el rodaje. Son dos personas muy creativas, ha sido un placer trabajar con ellos porque son verdaderos artistas. No ha sido difícil.

«Es una historia de zorros y conejos; siempre hemos sido los zorros y no nos preocupaba ser los conejos»


¿Qué posición ocupa Vivarium en el debate sobre lo inevitable de la muerte y las generaciones que estamos dejando a nuestro planeta?

La niña pequeña al comienzo de la película entierra a las dos crías de pájaros y dice «no me gusta cómo son las cosas». Representa de algún modo la oportunidad de hacer las cosas distintas en el futuro. No tenemos por qué conformarnos con la versión de la vida a la que hemos llegado. Para mí, la niña del comienzo representa la esperanza.

¿Qué tipo de influencias, cinematográficas o no, inspiraron el particular tono y color de Vivarium?

Siempre es difícil reconocerlas porque hay muchas, pero… Safe, de Todd Haynes, con Julianne Moore, inspiró a la película en ese tipo de sociedad que hace enfermar a la gente. A Quiet Earth (1985), Woman in the Dunes de Hiroshi Teshighara (1964), Lost Highway (1997), Ray Anderson… Pero también otras muchas respecto a iluminación, fotografía, dirección de arte. Muchas.

Una vez explorado el futuro en clave negra y futurista, ¿ofrece la película un mensaje alternativo más constructivo que nos hayamos perdido?

Es como una historia de zorros y conejos, pero siempre hemos sido los zorros y no nos preocupaba ser los conejos. Pero más que en clave pesimista, es una reflexión sobre lo extraño que se ha hecho vivir en sociedad, y tratar de de expresarlo de una manera diferente. Sólo quería echar una mano (risas). 

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