She dies tomorrow (2020) Nietzsche en un altar

El miedo a la muerte es algo tan antiguo que constituye el principio básico de la evolución. Distinto mecanismo es la paranoia, un acompañante volátil que a lo largo de los siglos se ha disfrazado de experiencia colectiva con otras ropas: folclore, religión, enfermedad. Amy Seimetz invirtió lo ganado en el remake de Cementerio de Animales (2019) en producir She dies tomorrow, su cinta debut en la que experimenta con esto y también con el eterno retorno de Nietzsche. Con terca desidia, el conocimiento occidental ha categorizado el nihilismo como indiferencia, cuando se trata de algo más complejo: es, sobre todo, enanez. Algo resultante del inesperado choque entre la trascendencia que el hombre contemporáneo ha infraperseguido y la impactante realidad de su soledad en el cosmos. She dies tomorrow, que se podrá ver en Sitges 2020 -a falta de anuncio oficial por la organización- enfoca esta pesadilla natural a través de personajes desasistidos que se miran de reojo y sin embargo adquieren el temor a la muerte inminente como cualquier bien aspiracional, compitiendo de manera bastante estúpida por ver quién lo encara de forma más natural.

Valoración

Puntuación: 4.5 de 5.

Contra lo que pueda parecer, She dies tomorrow refleja, además de ese nihilismo de Instagram, una oportunísima reflexión sobre el impacto del temor a gran escala de la obra inacabada. La desaparición, la pérdida de un ser querido, la orfandad: en realidad cubre con un exagerado halo de humor negro todas las duermevelas que a tantos millones de personas les ha costado la salud, sin ir más lejos, durante la impertinente crisis de salud que todavía decora el mundo. Amy Seimetz ha logrado algo no menor: que la aclamada A Ghost Story (David Lowery, 2017) tenga una película melliza en la que completar su amparada reflexión acerca de lo increíblemente insignificantes que somos. Por eso, y porque destaca enseguida como una de las historias más importantes del año, debería erigirse desde ya en una de las favoritas a reunir a la crítica en un festival, el de Sitges, en el que estos clamores depresivos suelen perderse alrededor de propuestas más globales, por abusar del término. Al final, sufrimiento e inquietud son intimidades que no cualquiera está dispuesto a compartir.

La coloración caleidoscópica con la que los protagonistas de She dies tomorrow ven revelado su triste y patético final evoca los flashes alucinógenos del cine de Gaspar Noé, aunque poco o nada tiene que ver con su obra -sin embargo, hay set pieces que habrían encajado perfectamente en Enter the void (2009)-. Menos efectista, pero más profundo, es el trato de los recurrentes primeros planos inexpresivos para regular la tragedia. En She dies tomorrow no es tan importante la menuda celebración del carpe diem y de la supervivencia como esa indescifrable imbecilidad de la muerte, que al fin y al cabo es la primera condición que se le pone a la vida en una de esas dicotomías simples que el utilitarismo tiende a despreciar con malsano tic naíf. Triste pero compacta, la película es una joya: breve, directa, áspera, irónica, rematada con una acidez genial propia sobre todo de quien tiene todavía ante sí un campo de creación cuyos límites son enteramente desconocidos. Si Nietzsche hubiera sido director de cine, ésta habría sido la película por la que le recordaría la posteridad.

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