Ser del Liverpool

En noviembre de 2015, pocas semanas después de que cogiera las riendas del Liverpool con la temporada ya iniciada, le preguntaban a Jürgen Klopp en rueda de prensa que si pensaba acudir al mercado de invierno para intentar enderezar una campaña que había comenzado torcida desde el inicio. La respuesta del alemán definía su manera de entender la profesión: «Yo creo en el entrenamiento. La diferencia entre yo y la mayoría de entrenadores es que yo creo en el entrenamiento y otros solo creen en fichajes».

El Liverpool tenía dinero para fichar, podría perfectamente haber traído jugadores que aceleraran la cosecha de resultados al cambio de sacrificar el proceso de construcción de un producto superior, ese que no se podía levantar en un mes. Pero Klopp se aisló de las prisas y decidió aprovechar la temporada para trabajar su modelo de juego y esperar a verano para traer futbolistas de su perfil –los que realmente quería no iban a salir en invierno–, haciendo comprender a su club que era esa cultura del ‘ya’ la que les había metido en una espiral derrotista a la que en los últimos años sólo había dado tregua Luis Suárez. La depresión generalizada en el club y la percepción que se tenía de Klopp como único salvador al que encomendarse permitía al alemán disponer de algo que no hubiera tenido en un equipo puntero en Champions: tiempo para crear y sometimiento incondicional a su idea por parte de todos los estamentos de la institución.


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Desde su llegada, el Liverpool sólo ha invertido fuerte –fichajes de más de 10M€– en cinco jugadores, y todos coinciden en que parecen que fueron traídos al mundo para ser entrenados por Klopp: Mané, Wijnaldum, Salah, Keita y Oxlade. Todos bordean el perfil de jugadores intensos y completos porque hacen muchas cosas: futbolistas que desbordan –por regate o potencia en conducción–, roban balones, tienen interiorizada la presión tras pérdida y comparten cierta fluidez asociativa, indispensable en el vértigo de su fútbol. El perfeccionamiento de su modelo de juego elevará estas virtudes individuales y suavizará los déficits –son muestra la agresividad actual de Coutinho, el atrevimiento de un Emre Can cada vez dispuesto a hacer más cosas, la seguridad posicional de Henderson desde que lo reconvirtió a mediocentro, etc.–, y en las fases donde todo se armoniza –el primer tercio de la temporada pasada o algunos tramos de lo que llevamos de esta– incluso las debilidades individuales que acarrea la defensa parecen desvanecerse.

Sus apuestas borran todo lo tóxico que rodea al jugador, quedándose con la esencia. Y el mejor ejemplo es Oxlade-Chamberlain. Poniendo negro sobre blanco, estamos ante un tipo con desborde y conducción notables, agresivo sin balón, rápido, con hambre –en el Arsenal hace años que se pasa mucho hambre– y capaz de adaptarse a distintas demarcaciones. Sin embargo durante estos años ha debido desarrollar su juego con una mochila de piedras a la espalda de la que sólo es víctima: Oxlade jugó en un equipo instalado en el caos, en un ambiente depresivo constante y conviviendo con una presión insoportable producto de unas expectativas exageradas –en un mundo donde no interesa entender que cada futbolista tiene un ritmo evolutivo distinto– y acentuadas en un país donde hace años que se espera un salvador en forma de futbolista en lugar de esperarlo en forma de equipo. Klopp quema esto y le ofrece un paisaje limpio para que exponga esas virtudes. No hablamos de ninguna estrella, pero sus defectos son los que Klopp sabe paliar. Porque a los tipos desordenados tácticamente –aprender a ordenarse en este Arsenal es como aprender a nadar en el Pasaje del Drake– les crea railes sobre los que desplazarse y pautas sobre las que orientarse, mientras que el hecho de que Oxlade no sea un futbolista creativo poco importa en el fútbol del alemán, que más que buscar jugadores creativos busca jugadores que puedan reproducir en el campo su creatividad para diseñar complejas jugadas de ataque que sus hombres memorizan hasta el extremo. Y aquí Oxlade, sin tener que improvisar, con automatismos aprendidos y ordenado en una estructura, tendrá barra libre para lucir y ser más que el número doce de la plantilla, posición de partida que a priori se le adivina desde fuera.

«Para jugar como yo quiero necesito dos centrales con unos huevos así de grandes (…) Valientes, capaces de jugarse un mano a mano si perdemos la pelota»

El Liverpool comenzó el verano con la necesidad clara de fichar un central de garantías, pero éste no ha llegado. La escasez en el mercado del perfil que busca Klopp reducía las opciones. Su modelo de defensa central lo explicó en una charla-café en Dortmund en 2013: «Para jugar como yo quiero necesito dos centrales con unos huevos así de grandes. No para que peguen, sino para que no tengan miedo en adelantar líneas, que saquen al equipo lo más lejos posible de nuestro arco. Entre la última línea nuestra y los volantes no debe de haber más de 10 o 15 metros, cuando el equipo ataca también está defendiendo. Necesito centrales valientes capaces de jugarse un mano a mano si perdemos la pelota». Que los centrales reduzcan el espacio de juego y el resto acometa ese pressing desquiciante. Convencer a todo el equipo de que la idea es hacer pequeño el corral y llenarlo de pitbulls que muerdan, roben y acaben rápido y a pocos toques. El club fue a por el holandés Van Dijk, pero no se consumó. O se fichaba una certeza, o no se fichaba nada. Antes un jugador de menor calidad con meses de aprendizaje a la espalda, que una apuesta incierta de mayor calidad que pueda no salir y que estanque el proceso de aprendizaje del que ya estaba.

En una entrevista para el diario alemán Die Zeit en 2009, el entrenador alemán –entonces en el BVB– plasmaba con un ejemplo muy gráfico la confianza en sus propios métodos: «Trabajamos los puntos débiles muchas veces. Los ejercitamos repetidamete. Tengo un excelente ejemplo en el plantel, que es nuestro central Felipe Santana. Él es un atleta excepcional, con una gran capacidad física que le otorga mucha ventaja en los uno contra uno. Pero tenía que disimular sus carencias técnicas. Una pérdida o un mal control de nuestro defensa central otorgan al rival una oportunidad clarísima de gol. En esa posición es crucial tener jugadores con un nivel técnico considerable. Eso se analiza en base a tres parámetros: recepción y control de balón, conducción y pase. Y eso hicimos con Felipe Santana: entrenar control, conducción y pase. Varias veces… ¡Muchas veces! Entrenamiento y repetición. Repetición, repetición. Después del entrenamiento le coloco 60 ó 70 pelotas desde posiciones diferentes en las que Felipe tiene que conseguir operar bien siempre, recibir, conducir y pasar. ¿Es suficiente para corregir las deficiencias del jugador? ¡Claro que no! Pero consigues algo importantísimo: el jugador gana en coordinación y pasa a saber lidiar mejor con sus puntos débiles, reconociendo que los tiene y aprendiendo a convivir con ellos». Las últimas rondas de la Champions quizá sí exijan un nivel individual de los centrales difícil de esconder incluso en el engranaje perfecto del equipo, pero apuntalar esta maquinaria y prolongarla en el tiempo pondría al Liverpool en la primera línea de candidatos a la Premier, como ya se demostró al inicio de la pasada campaña.

Klopp Felipe Santana
KlAFP PHOTO / ODD ANDERSEN (Photo credit should read ODD ANDERSEN/AFP/Getty Images)

La frase más repetida por Klopp desde que llegó es aquello de que: «No vendemos jugadores. Nos gusta nuestro equipo». En otro tiempo sonaría a mensaje débil, pero en el mercado actual los clubes han ganado mucho poder respecto a los jugadores en este aspecto y Coutinho no ha podido escapar a esto. El brasileño es el futbolista diferente del equipo, al que sin parecerse en nada al prototipo de Klopp, se ha dejado seducir por el alemán al punto de estar ante un jugador nuevo, de participación continua y rendimiento constante, nada que ver con aquel talento desconectado de los partidos que sólo funcionaba a fogonazos esporádicos de inspiración. Insertado como foco más importante en el circuito de pases del equipo, Coutinho bajaba desde el extremo izquierdo para hacer fluir las posesiones y acelerar las jugadas. En las dos últimas jornadas de la pasada campaña, Klopp lo bajó al interior izquierdo, idea que consolidó en pretemporada, más tras la llegada de Salah. El brasileño es una obra que Klopp no quiso dejar a medias y aspira a convertirlo en centrocampista con mayúsculas, algo difícil de imaginar antes de su llegada.

En su carrera por reconocerse en un club único, el Liverpool ofrecía a Klopp los mejores cimientos (historia, estadio, afición, mística, himno). Al cambio, él ha potenciado la identidad de la institución con un trabajo de cantera excelente, vinculando a la gente con el club a golpe de carisma y desarrollando un estilo de juego exclusivo y solidario, al punto de que ni hay líder ni hay goleador. De hecho, el killer que debiera ubicarse en la zona del nueve –Sturridge– es sacrificado en pro del arquitecto de ataques que es Firmino. El gol es responsabilidad de todos y consecuencia de la avalancha de ocasiones. Con Sturridge se mejoraría el porcentaje de acierto, pero sería impensable generar esa cantidad de ocasiones de gol para la que se trabaja. Luchar por levantar trofeos siendo fiel a esta serie de valores valiosos es lo que hará que la masa social –sin duda el activo más potente de un club– se mantenga intacta, igual de fiel, cuando todo arda. Porque esos valores son orgullo permanente y admiración externa y las victorias no dejan de ser alegrías esporádicas y pasajeras. Las victorias pasan, pero la identidad queda. Y al final el objetivo real de Klopp no es otro que trascender: que el personaje se vaya, pero que su obra quede.


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Un pensamiento en “Ser del Liverpool

  1. De los mejores textos del Liverpool que he leído y sin duda el mejor que he leído por un no aficionado al club inglés. Mis felicitaciones porque es un texto excelente que refleja gran parte de mis pensamientos con respecto a la estancia de Klopp en el L’pool. Se le atacó muchas veces en un alarde de cortoplacismo pero sin duda ha conseguido, durante estas dos temporadas, lo máximo a lo que aspira un club en reconstrucción como el inglés que no sean títulos. Fe. Ha «vendido la moto» al mundo de que este proyecto va en serio, vaya.

    Si bien hasta ahora, como bien comentas, el ideal de Klopp solo se ha alcanzado plenamente durante ciertos partidos o tramos de la temporada pasada (aquella racha que culminó en el liderato tras el 6-1 vs. Watford), pero se va viendo que se puede competir perfectamente.

    Una pregunta que tengo y que no sé si tiene espacio en esta web, pero… ¿cómo ves el futuro de Ryan Kent o Sheyi Ojo en el Liverpool? Yo bastante negro, y no porque no tengan calidad potencial para ser al menos, piezas de rotación en un equipo como éste, pero son más extremos clásicos, de llegar a línea de cal y centrar… ¿No crees que sus cesiones no facilitan una oportuna adaptación a otros roles que si encajan dentro del esquema del alemán?

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