En 2009, Sergio Asenjo estaba llamado a ser el portero del futuro de España. Nada menos. Su explosivo debut con el Valladolid, equipo de los que no pueden permitirse proyectos a medio plazo alrededor de supertalentos, lo lanzó a un Atlético de Madrid que poco o nada tiene que ver con el actual. En Pucela lloraron ácido. Apenas unos días después, y como parte del acuerdo, un tal Diego Costa recorría el camino inverso. Lo que el mercado te quita, el mercado te da: a fin de cuentas, los porteros siempre parecen reemplazables, son profesionales de paso como los comerciales o los teleoperadores. Esa temporada, y con Asenjo fuera por circunstancias de la producción, promocionaba al primer equipo por accidente David De Gea, un año menor que el palentino y a posteriori, principal piedra en su camino. En sus primeros meses en Madrid a Asenjo se le diagnosticaron algunos errores propios de la inexperiencia, sobre todo en salidas y mando. De Gea, pese a su envergadura, no mejoró en sus años de titular lo cuestionado, pero su ralea de canterano y ojito derecho de las inferiores -más que justificado- sí se terminaron por imponer. Así de corto se hace el futuro a veces. Asenjo también era un chaval, pero en febrero había perdido su sitio. A su retorno, se rompió de gravedad por primera vez en la rodilla derecha (mayo de 2010) y no volvería hasta diciembre. Muchos futbolistas apenas superan con garantías una lesión así en toda su carrera, y qué vamos a decir el resto de mortales si todos los inviernos colapsamos los servicios de urgencias por un resfriado. No estaba previsto que disputara la final de Europa League contra el Fulham, porque De Gea ya era fijo: aun así, se la perdió.
En la recuperación pasas por momentos en los que estás muy solo porque el equipo trabaja a un ritmo distinto. Te hace madurar y valorar muchas más cosas
Su regreso al fútbol lo rodeó de un amargor inquieto. Sin lugar en el Atlético que él había elegido el verano anterior, fue cedido al Málaga en enero. Debutó en víspera de Reyes y fue goleado sin piedad durante un mes, el tiempo que tardó en notar otro chasquido en la misma rodilla dañada la primera vez. La participación de Asenjo ese año se redujo a esos seis partidos: lo atrabiliario de la psique futbolera lo dio por perdido con bastante más ligereza de la que él mismo se permitió. Así que volvió, justo a tiempo para conocer el Atlético inmediatamente anterior a Simeone, que por encima de todo es un técnico de convicciones, y la portería se hizo imposible. La sonrojante eliminación en Copa a manos del Albacete, que puso la soga al cuello a Gregorio Manzano, fue la penúltima amenaza a la integridad del portero. En aquella derrota en el Calderón también estuvieron, por cierto, Gabi, Filipe Luis, Koke o Godín. Llegó Courtois y todo se volvió oscuro. Simeone dio a Asenjo la Europa League de la temporada posterior, pero no bastó. En verano de 2013, en la previa de año de Mundial -¿por qué no?-, Asenjo dio el paso y reforzó al Villarreal de Marcelino, que coqueteó con puestos Champions y finalizó el año 6º. «En Villarreal he vuelto a ser feliz», fue la nota al pie de página de un Asenjo pleno.
No llegó a tiempo para alterar el bloque de Del Bosque en Brasil, pero el técnico sí lo tuvo en cuenta ya en 2015, en mitad de su segunda temporada en Castellón. No debutó porque no tocaba, pero por si quedaban dudas, un mes después de la primera convocatoria, Asenjo tuvo que enfrentarse (abril de 2015) a su tercera lesión de ligamentos cruzados, tercera en la rodilla derecha. Y como había vuelto dos veces, tenía que volver una tercera. Ya entonces la epopeya estaba cebando los hábitos inspiracionales de cualquiera con una tos, pero todavía quedaba el desahogo final: una cuarta caída, esta vez en la izquierda, en febrero de 2017. Cada vez que se estira más de lo humano o salta a por un balón, olvidada la fragilidad por alto de sus primeros pasos en el Atlético, la afición contiene la respiración. Pero también en cada proeza de diario, como el doblete de penaltis parados al Getafe en la última jornada, marcha una entereza peculiar: Asenjo no vuelve para hacerse la foto, vuelve para recordarse como uno de los mejores, como si machacarse las rodillas fueran gajes del oficio que no tuvieran por qué condicionar una vida deportiva. Antes de la última, Asenjo había logrado lo imposible: debutar con España. De la mano de un seleccionador diferente, claro. El país, en permanente búsqueda de un segundo o tercer portero para sus aventuras, no tiene que pensarlo más. Aunque De Gea, compañero de viaje aún más terco que sus rodillas, resista como entonces y todavía a su empuje. Veremos cuánto y si para siempre.
Foto de portada: eurosport.es