Por fin te escribo

De todo lo que viajó al sur, la libreta que me regaló fue lo único que volvió intacto. «Quiero que me escribas». La protegía cierto candor semi impostado, una inocencia de zoco de horizontes despegados. «No me has escrito aún». De esos anillos de iridiscencia fluorada, semitransparentes en mis alucinaciones, se evanescía la pasión a cada adversativa. Ganaba el blanco decepción, el no-color de la incredulidad. Sobre todo es preciosa ahí. «Nunca me vas a escribir». Pues mira, sí: contra todo pronóstico y todo lo imaginado, el nunca acabó clavando su pirueta. Entre estos dedos, en esta página. Tarde pero a tiempo, como nosotros. Hoy por fin te escribo.

La turbulenta y competente frialdad de tanto tiempo persiguiéndonos a distancia corriendo en direcciones opuestas también logró consagrar su cénit. La vorágine. El querernos regular, ahogándonos en lo inmaterial. Hasta conjugamos sangre, entre otras cosas. «Sí, yo creo que sí», oí en la puerta del baño, y lo que oía no era tu voz sino tu pecho abriéndose, como un animal extinto fotografiado por última vez. Nunca olvidaré cómo se precipitaba esa ilusión al paso de las manos. «Necesito un rotulador». Y otra vez, en la oscuridad, una línea concertada de reflejos brillantes entre tus dientes: «para escribirme». «No, Patricia. Para trazar una línea única entre todos estos lunares».

Ha pasado una vida entera entre tú y yo, pero nadie será capaz de convencerme nunca de que no era nuestra vida. Y a mí, que no me faltan las palabras para lo mundano y lo caduco, se me despeñan cuando intento vestirte, otra afrenta paralela, con ellas. No te escribía porque escribirte era despedirte, porque el punto es un signo de debilidad, porque el que cierra acata su vulnerabilidad y porque es de una arrogancia desbordante, hasta para mí, intentar ser capaz de atravesar esta tormenta eligiendo, de entre los esquejes de este vórtice, nada que se pueda medir con lo vivido. Y por eso, desafiando lo que quiero y necesito, también cualquier canon, este texto ha de acabar así: sin remate, adiós ni punto que pueda interpretarse final

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