No había pasado un cuarto de hora y La Favorita de Yorgos Lanthimos perdía en picado dos de sus bazas a priori más claras al Oscar: Emma Stone y Rachel Weisz, en blanco ante Regina King, primera celebrada de la noche por su papel secundario en If Beale Street could talk en otro de esos aparentes gestos políticos que tanto han devaluado los premios de la Academia en los últimos años. Una tercera víctima, Amy Adams, sumaba consecuentemente su sexta celebración sin gloria, ampliando su particular leyenda negra. La sospecha sobre el cariz ideológico la confirmaría un rato después la designación del Oscar a Mejor Diseño de Vestuario a Black Panther, sembrando así la duda sobre si la obra magna de Marvel en 2018 no se erigiría en la sorpresa de una noche a la que llegaba con siete posibles. Antes, Free Solo y Vice se apuntaron tantos esperados a Mejor Documental y Mejor Maquillaje y Peluquería. A estas tempranas horas de la noche, La Favorita se había caído ya en tres de sus diez candidaturas. Black Panther se destacó enseguida logrando también la estatuilla a Mejor Diseño de Producción por delante, por ejemplo, de Roma. La obra de Alfonso Cuarón, sin embargo, no tardaría en abrir su cajón, llevándose el Oscar a Mejor Fotografía -con chiste y guiño incluido, autorreferencial, a que el premio se entregara finalmente en directo y no durante una pausa publicitaria como al principio comunicó la Academia-.
Bohemian Rhapsody irrumpió para abrochar el tradicional doble en sonido (edición y mezcla), arrinconando todavía más a First Man y reduciendo de nuevo las opciones técnicas de una Roma que ganaría con predecible holgura el Oscar a Mejor Película Extranjera (presentado, además, por Javier Bardem en castellano junto a Angela Bassett). El controvertido biopic de Freddie Mercury sumaría un tercer Oscar en la categoría de Mejor Montaje justo antes de que Mahershala Ali subiera el primero al palmarés de Green Book a Mejor Actor de Reparto, y tras este impasse llegaría uno de los momentos de la noche. La nueva Spider-Man, esta de animación, rompería una racha de seis años en los que Disney y Pixar intercambiaban Oscars en esta categoría. No por avisado fue menos celebrado, por no hablar del factor precedente en un año en que Disney va con todo con hasta tres remakes de sus películas más recordadas (a saber: Dumbo, Aladdin y El Rey León). Eso sí: al menos Pixar rascó oro con el premio a Mejor Corto de Animación por Bao, una breve historia sobre el nido vacío que premió a dos mujeres. Doblando la apuesta, también dos mujeres subieron al escenario por Period. End of sentence., Oscar a Mejor Corto Documental, algo que en el plató de Movistar Plus casi desencadena un tirón entre lo obvio («así maquillan un poco la presencia de mujeres») y su reacción («claro, es que otros años no había ninguna»). Pero no salpicó la sangre.
A la vuelta, First Man reivindicó su nombre con el nada desdeñable Oscar a Mejores Efectos Visuales, reconocimiento no menor para una película olvidada en la temporada de premios. Después de que Lady Gaga y Bradley Cooper barrieran con Shallow (convenientemente premiada a Mejor Canción en el que supuso el primer Oscar para A Star is Born) la gala entró en su tercio imponente, justo donde llevaba años perdiendo audiencia televisiva: los últimos nueve galardones. El corto Skin hizo de puente hacia dos aplaudidos Oscars a guiones de carga racial: Green Book (original) y BlacKkKlansman (adaptado), facilitando este último que Spike Lee fuera reconocido por fin tras su estatuilla honorífica en 2015. Y el colofón: mientras La Favorita se despeñaba (ya sólo podía aspirar a dos galardones de los nueve a los que estaba nominada al comienzo) crecía el rumor en torno a la batalla final entre Roma y Black Panther, algo que desde luego no se esperaba en los días previos a la gala pero cuyo runrún fue in crescendo según avanzaba la noche.
Antes, Rami Malek desniveló la balanza entre todas por Bohemian Rhapsody, película a la que integró su cuarto triunfo de la noche redondeando con el Oscar a Mejor Actor que también había sonado para Christian Bale. Ni la polémica en torno a su director, Bryan Singer, ni en torno a la credibilidad del retrato que la obra hacer de Freddie Mercury impidieron que acabara la 91ª edición como película más premiada. Olivia Colman sí agarró su premio con determinación, camino que pareció quedarle despejado tras ganar el Globo de Oro pese a que en las horas anteriores habían sonado con fuerza los nombres de Glenn Close e incluso de la propia Lady Gaga. Guillermo del Toro volvió tras su triunfo con La forma del agua el pasado año y entregó a Alfonso Cuarón el premio a Mejor Director, otro de los telegrafiados de la noche y remate a cinco años de directores mexicanos en lo más alto: y como colofón, otra de las sorpresas del lustro. Green Book, ahora sí contra pronóstico, se alzó con el Oscar a Mejor Película, evidenciando cierta resistencia de la Academia al cambio de paradigma y castigando, sobre el papel, el progreso. Sin que la obra de Peter Farrelly -ni siquiera nominado a mejor director…- quede ni mucho menos lejos de las mejores, parece evidente que su elección es reflejo de una apuesta más conservadora de la industria: un revés que casi deja Roma en un capricho de autor. Y para 2020, la guerra.