El año en el que Ángel Sala sacaba pecho por todas las óperas primas españolas estrenadas en Sitges -lo que acabó siendo más una profecía sobre la resolución del festival, que premió El Hoyo de Galder Gaztelu-Urrutia- otro trabajo emergente asomaba desde nada menos que el Fantastic Fest de Austin. Amigo, de Óscar Martín, había terminado de grabarse y montarse apenas un mes antes. Javier Botet y David Pareja, dupla recurrente aunque habitualmente amparada por el humor cómico absurdo de lo cotidiano, encerrados en una sola localización asolada por rigores invernales, tormentas, rencor. Amigo ha sido comparada frecuentemente con Misery (1990) y Qué fue de Baby Jane (1962), pero pocos esperaban que otra de las grandes sorpresas del cine de terror español de 2019 bebiera abiertamente también de influencias tan variopintas como Michael Haneke o Pajares y Esteso. Por no hablar de otra lectura oportunísima en el marco que nos contempla, como lo es la tirantez cainita entre las dos Españas que muchos vieron en esta historia de atenciones redentoras e implosión sentimental. Cuenta Óscar que al salir de la proyección en Sitges Carlos Pumares, a quien este año no le ha gustado nada, lo abordó y felicitó. «Muy recomendable», dice que escribió el honorable crítico de La Razón. Amigo cumplirá la ronda de festivales otoñales española (San Sebastián, Molins de Rey, Alcalá de Henares…) tras pasar también por Nocturna Madrid y desde ahí encarará su plan de distribución. Un plan ambicioso por el que pujan dos grandes nombres y del que podríamos tener noticias pronto. De momento, la cosecha de elogios es continua y, si se me permite la licencia, justa:
¿Cómo ha caído la película?
Pues la verdad que increíble, muy bien. En Sitges vino mucha gente a saludarme y decirme que le había encantado, aunque es una película que o la amas o la odias. A algunos no les ha gustado tanto, pero en general a quien le ha gustado le ha gustado mucho, por lo que estoy supercontento. Además en Sitges, que es el origen de todo, el porqué me dedico a esto. Ya veníamos de Austin, que eso sí fue apoteósico. Por lo que sea llamamos mucho la atención, estábamos con gente muy grande -Taika Waititi, Takashi Miike, ídolos míos…- Es un formato muy horizontal, compartes la experiencia con todo el mundo con un respeto y un cariño impresionantes hacia el creador.
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¿Por qué esta opera prima? ¿Quién o qué te convenció?
Lo fundamental, las ganas y la pasión de hacer cine. Y luego, la gran amistad que tengo con Botet: siempre pensamos en proyectos, fantaseábamos con hacer la primera película, una que fuera más ambiciosa. Pero eso nunca llega, así que cogimos el toro por los cuernos imbuidos en la mentalidad de los maestros del fantaterror, que hacían las películas con más pasión que medios, y nos lanzamos. Decidimos empezar con una autofinanciada, con el equipo que conocíamos, de confianza y ya muy premiado. Hablé con Javier, que tenía varias ideas apuntadas en un cuaderno como el tuyo, y llegó esta, sobre un personaje impedido. Pensamos que podíamos hacerlo y me remitió a las películas setenteras de dos personajes encerrados en una localización, como Qué fue de Baby Jane o La Huella. Lo vi enseguida a él como protagonista, y además le dije que quería que fuera humano, porque es un gran actor y necesitaba sacar todo lo que lleva dentro. El tío además sale a calzón quitado, literalmente.
¿Qué hay en la cabeza de Botet, cómo es humanizarlo para la gente que ha llegado a él a través de sus monstruos?
Javier es un genio, una persona muy creativa y artísticamente muy hábil. Lo conocí hace muchos años porque diseñaba los personajes de un juego de ordenador. Cuando hicimos el making of del videojuego me comentó que quería hacer cine así que fue un flechazo a primera vista. Es muy hábil captando cosas de los demás. Por ejemplo, en Alien: Covenant ya tenían un actor para el monstruo, pero a Ridley Scott no le gustó. Botet, que pone el alma en todo lo que hace, grabó una prueba con Alberto Morago (director de fotografía de Amigo) que era su compañero de piso y se la envió. Habíamos hecho nosotros un documental de Danza Butoh y él introdujo elementos de esa inspiración, movimientos de ruptura, antimovimientos, danza de los muertos… y cuando lo vio Ridley Scott no dudó. Es un tío muy hábil, muy despierto mentalmente.
«Botet y Pareja tienen una relación de viejo matrimonio (…) que va más allá de la propia amistad. Son casi una familia»
¿Cómo fue adaptar su pareja con David Pareja al terror?
Yo siempre he dicho que son el Faemino & Cansado del post-humor, a mí me encantaban y siempre se lo decía. El suyo es un humor desde lo trágico, desde el drama. David hace gracia pero no es un tío gracioso, de hecho en la empresa que tenían era el serio. Luego, conociéndole, es un poco el doctor que está más loco que los pacientes. Él fue una apuesta mía, se lo dije directamente a Javier, que al principio dudó e incluso me sacó nombres como el de Carlos Areces. Tienen una relación de viejo matrimonio, es increíble. Es clave la confianza y el cariño y amor odio que se tienen, va más allá de la propia amistad. Han pasado por todo y son casi una familia, una pareja.
La película transmite frío y aislamiento del primer al último fotograma, ¿qué querías que sintiera el espectador?
Esa era la base de la película, dar un entorno aislado a los personajes. A nivel de trama es obvio porque no pueden escapar, pero a nivel de tema también contamos un periodo social en una época en que España estaba aislada, y nuestras referencias venían a través de la televisión, que es un poco el ojo de la mente de los personajes. La idea era jugar al gato y al ratón en un entorno frío, hostil y del que no pueden escapar.
Amigo reflexiona sobre culpa y soledad, dando otra capa al eterno debate: ¿mejor solo o mal acompañado?
La amistad es fundamental pero aquí tratamos un tema más humano, el de los cuidados: cómo se establecen juegos de poder entre enfermo y la persona que te cuida. La situación desborda a las personas que se quieren, a nivel personal pasa y surge una especie de dictador en el enfermo y de rebelde en el cuidador. Es algo muy humano, por eso decimos que es «Intocable con hijos de puta», porque Intocable es naíf y bonito pero en la vida real enfrentarte a estas situaciones evoca algunos de los peores terrores que yo he experimentado.
Aunque plantea este juego de espejos del que hablas, ¿dirías que hay un villano?
Para nada, de hecho no me gustan las películas de blanco o negro. La realidad es gris, me gustaba jugar con esos giros dentro de los personajes, que fueran ricos y pasaran por diferentes facetas.
«Nos reíamos diciendo: vamos a hacer una peli de Haneke dirigida por Pajares y Esteso. Luego ha quedado algo más seco y turbio…»
Es inevitable ver en los personajes a las dos Españas: uno compasivo, entregado y cuidador y el otro impedido, nostálgico y violento. ¿Lo tenías previsto?
Sí que lo planteé a nivel personal, porque Javier lo tenía más como thriller clásico. Me interesaba meter esos elementos de manera inconsciente, no me gusta que sea tan obvio pero sí que es una reflexión a colación de esto. Al final es lo que somos, lo que hemos vivido.
Misery, Qué fue de Baby Jane… ¿Son influencias conscientes?
Sí, sí, claro. También Amor, de Haneke, Symptons de Larraz. Me las vi varias veces para coger ese tono. A nivel de escenas no lo planteamos a nivel de cóctel, pero rodamos libremente inspirados por ese feeling de estas películas. Lo metimos todo en la coctelera esperando a ver qué salía, y nos reíamos diciendo: vamos a hacer una peli de Haneke dirigida por Esteso y Pajares. Luego ha quedado más seco y turbio de lo que pensamos, sí.
Parece que el cine de terror español recupera el tono tras unos años comatoso, ¿por qué ahora?
Quizá por la eclosión de una generación que no pudimos hacerlo en su momento a nivel industria, y ahora hemos llegado a un punto en que nuestros trabajos nos lo han permitido. Hablando con Galder (director de El Hoyo), Artiz (Moreno) de Ventajas de viajar en tren, José Luis Montesinos de Cuerdas… Piensas: somos la nueva generación, ¡pero somos todos viejos! Hemos trabajado un montó de años en publicidad, hecho cortos… Lo vivimos de una forma totalmente corporativa, hay una relación muy horizontal aunque la nuestra sí es una película muy pequeña. Somos personas que hemos crecido con esto y hemos dado por fin con el momento de hacerla, aunque sea autofinanciada.
Quizá otro reflejo de la época que vivimos..
Sí, es un proceso muy personal y lo que te mueve es la pasión de hacer películas. Estamos fragmentados, dispersos, no hemos tenido apoyo tampoco de otros países no a nivel palmadas, sino de infraestructura como la que hubo en España en los 70 con gente como Paul Naschy, que de alguna manera crearon esta industria.