Entre comer plácidamente una hamburguesa en un bar cualquiera y un careo con Caronte, el barquero de Hades en el infierno, a Mario Casas apenas le da tiempo a asimilar en qué se está convirtiendo su vida en No Matarás. El segundo largometraje de David Victori es un producto altamente inflamable, una historia de autodestrucción masiva en la que al protagonista le sobreviene una degradación premium a lo largo de un mal viaje en el que cada amenaza no sólo se confirma sino que además es aumentada por la desesperación. Por resumir: estamos ante el papel más asfixiante de Mario Casas en años y probablemente uno por el que se debería medir su carrera, pues ha demostrado amplias hechuras para este tipo de personajes que, a su manera, ya esbozara en El Bar, de Álex de la Iglesia (2017).
Dani es un tipo normalísimo cuya ulterior aspiración -coartada por la agonía de su padre, al que cuida- es dar la vuelta al mundo. Será su hermana Laura la que le empuje a volar, pero hasta que no da fortuitamente con Mila (arrollador descubrimiento el de Milena Smit en el papel de súcubo) no sabrá exactamente qué significa no poder volver atrás. A medida que profundiza en el la psique nemésica de Mila, Dani va cayendo más y más abajo como si su vida la estuviera escribiendo entre pesadilla y pesadilla el mismísimo Max Aub. En cambio, el nudo de la película, un torrente de adrenalina hiperventilada, pondría la piel de gallina al híbrido más exigen entre Joe Begos y Gaspar Noé.
No Matarás es una experiencia sensorial salvaje (…) cine de autor español, thriller punk de violencia medio domesticada : Clic para tuitearPara explicar la particular catábasis de Dani, David Victori diseña una secuencia de mecha corta que explota en cristales, neón, alcohol, sexo y violencia espontánea, aglutinando todos los vicios que sujetan -o sostienen- al hombre mientras atraviesa todos los círculos del infierno de Dante. Todo en este tramo de película está controlado al milímetro: planos vacilantes, un montaje de sonido afilado, desconcierto, desconexión. El personaje de Mario Casas comete una atrocidad impensable, presencia otra y en su huida hacia adelante se va resolviendo como un monstruo más, que de manera no siempre consciente y desde luego escasamente racionalizada («somos animales», le recuerda Mila) se acaba mimetizando en el sórdido entorno urbano que lo persigue, amenaza y maltrata.
No Matarás resulta una experiencia sensorial redonda, salvaje, casi atávica. Uno de esos placeres culpables, cine de autor español del que se lleva reclamando años en foros: thriller punk, con una violencia medio domesticada que sitúa entre la vida y la muerte todo un espectro de intangibles casi sobrenaturales, sin renunciar a todas las armas visuales y narrativas disponibles. A ratos recuerda a aquella generación de cintas malditas, semi-prohibidas, probablemente liderada por el Arrebato de Iván Zulueta (1980) en las que no puedes determinar qué sonido corresponde al del trauma humano en construcción o al vampirismo del subconsciente. Hay más ejemplos que plantean similar dicotomía, algunas recientes (Bliss, ya referenciada o The house that Jack built de von Trier) y otras de terror clásico tipo Posesión, de Zulawski o En la boca del miedo de Carpenter. En definitiva, una de esas películas que puede inspirar un efecto fan instantáneo en un festival como el de Sitges (8-18 de octubre), donde se proyectará.
Valoración
LO MEJOR : Mario Casas en el papel de su vida, un tipo normal que sucumbe a la perdición femenina y acaba empantanado en sangre, culpa, dolor y desgracia. El montaje de sonido y la fotografía son acompañantes de notable alto.
LO PEOR : Durante la primera media hora la película desconcierta con una construcción costumbrista de la pérdida, algo que si bien logra ubicar mejor el tipo de hombre que es Dani, contrasta demasiado con el tono general de la cinta.