Mi querida corrupción

leo messi 2019 copa america

Leo Messi tiene derecho a la tristeza, como cualquier ser humano. Lo que es quizá más discutible es la manera en que la ha expresado durante la Copa América conquistada por Brasil y en la que Argentina ha vuelto a significarse como un lamento. Coger el camino del populismo y desatarse con acusaciones de corrupción lo ha envuelto en causa social, algo a destacar viniendo de un futbolista tan parco en palabras habitualmente. Y la claridad y frialdad con que se ha rebelado contra la CONMEBOL resultan definitivamente algo vanguardista, no ya en su caso particular, que por supuesto, sino también en el fútbol que conocemos de favores de deuda sostenida. Que la CONMEBOL es la federación históricamente más corrupta de la FIFA no es algo que pueda negarse fácilmente, aunque la AFC asiática haya hecho méritos probados en los últimos nueve años por igualarse. Y efectivamente, la relación de Brasil con esa cara B del fútbol ha sido destacada y tumultosa desde João Havelange, durante cuyo nutritivo mandato en la FIFA (1974-1998) se adjudicaron cinco mundiales (la mayoría bajo sospecha, desde Francia 98 hasta Alemania 06). Con él en la FIFA y su socio Ricardo Teixeira en la CBF -ambos fueron condenados por apropiación indebida y estafa- se firmaron los primeros grandes acuerdos por derechos de televisión en Sudamérica. El de Ricardo Teixeira, presidente de la CBF entre 1989 y 2012, es un nombre familiar en los archivos de la corrupción sudamericana, como también el de su próximo Sandro Rosell, presidente del FC Barcelona de entre 2010 y 2014 y fundamental conseguidor -entre otras cosas, facilitó el espinoso acuerdo de patrocinio con Nike cuyas aristas han coleado hasta hace poco- de la federación brasileña.

SOBRE LEO MESSI

La altísima actividad delictiva de los mandos de gobierno de la FIFA en los últimos años ha provocado que el enjambre de nombres suene como un avión despegando. Eso también incluye a los argentinos. Pasa que cuando Messi habla de corrupción está hablando sólo de la corrupción ajena, algo que tras la final de la última Copa América le recordaron dos brasileños del PSG avasallado en Champions 2017, anteayer. Aquí es donde enfado y tristeza se amagan sin dar: una cosa es la injusticia, aun reincidente y visualmente sucia, y otra muy distinta la causa probada y condenada de un modo de hacer las cosas institucionalizado y quizá no muy alineado con lo que hoy en día se llaman valores de la integridad del deporte. Como fuera: en todos estos años, si hubo un hombre poderoso de verdad en el fútbol sudamericano, ese fue Julio Grondona, que falleció en 2014 sin terminar de dar respuesta al proceso que lo incluía en la investigación de la fiscalía estadounidense por la adjudicación de los mundiales de 2018 y 2022. Grondona simultaneó los cargos de presidente de la AFA y vicepresidente de la FIFA durante 22 años y hasta su muerte, que Leo Messi lamentó como «un día muy triste para todo el fútbol, para Argentina y para mí». Estaba desandando en la investigación todas las conexiones entre el voto a Qatar y la CONMEBOL -en cuyos pormenores se incluye a Ángel María Villar, expresidente de la RFEF, quien persiguió en Sudamérica el trato no correspondido de votar por la candidatura ibérica para 2018- cuando se le paró el corazón.

Brasil y Argentina han ido, como poco, de la mano en la corrupción sudamericana de los últimos 30 años


Tres años más tarde, en 2017, varios convocados sudamericanos a juicio dieron el nombre de Grondona como patriarca y valedor de los sobornos más rentables de la década (y que por mera cuestión formal no pudieron incluir los derechos televisivos del fútbol argentino para Al Jazeera). A saber: el brasileño Jose Maria Marin, sucesor de Teixeira y condenado a cuatro años de cárcel; el peruano Manuel Burga, absuelto tras varios meses en prisión preventiva, y el paraguayo Juan Ángel Napout, condenado a nueve años. Enredar con Grondona era enredar con esa parte del deporte que no es deporte pero que lo sostiene. Entre él y el brasileño Teixeira se organizó el apoyo en masa de CONMEBOL -y parte de la CAF africana- a Qatar, que un mes antes de la votación había cedido al mundo un amistoso disputado en Doha entre ambas selecciones, resuelto además con un gol de Leo Messi y por el que se infló el caché de las dos federaciones. Brasil y Argentina han ido, como poco, de la mano en la corrupción sudamericana de los últimos 30 años. Gran parte de lo que ha logrado y de lo que ha perdido Messi con Argentina es herencia directa o indirecta de Grondona. Y de su corrupción en la AFA y la FIFA han resultado acuerdos y relaciones de provecho, extremo imposible de obviar en el fútbol de marquesina. Messi tiene derecho a la tristeza, y a la memoria. Al fin y al cabo, no es fácil explicar a un neófito qué parte de responsabilidad por todas sus promesas deportivas incumplidas con la albiceleste corresponden directamente a la CONMEBOL e indirectamente a una federación, la brasileña, amiga histórica en los negocios.

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