Luto de rutina

real madrid 1-3 juventus white shark

Por lo visto la intensa resolución del Real Madrid-Juventus recobró la nostalgia -¿sería así entonces?- por los periodistas deportivos ecuánimes. Debió ser que el penalti a Lucas y todo lo que ocurrió fuera de guion en los segundos posteriores removió algo en la tribuna de prensa del Santiago Bernabéu, donde ya se han vivido muchas de estas y no precisamente a favor de los locales. Como si el periodista deportivo tuviera que renunciar a dar vergüenza a cambio de desempeñar su loable ejercicio. Y bajo una presión humana particular, aunque también rácana en el tiempo, sólo atada por el calor de la sangre. Hace años que se fiscaliza con singular desdén la reacción de los cronistas en el lugar sagrado que algunos creen que debiera ser su asiento de plástico a mil metros del verde, porque los humaniza. En situaciones extraordinarias de fútbol los hombres ajenos a la sangre del deporte en marcha se revelan pequeños, casi acomplejados. Claro que a la batalla no ayudan ni la polarización -iban veinticuatro horas de mascar la doble eliminación enemiga con coyuntural placer de soslayo- ni la interminable politización de la derrota. La cosa con el Barcelona y Guardiola, presos políticos del fútbol -¡quién los ha visto…!- acercó tanto al éxtasis al rival durante un día entero que implicarse en la trampa pasaba casi más por obligación expiatoria que por opción estadística.

Los periodistas de tribuna, al menos, cabalgan el imponderable del instante. Muchos otros, en frío y bien vestidos, sin problemas de liquidez, hasta reputados, desvisten el fútbol de juego y perfilan la carta de la moviola cuando toca. Con 0-2 en el marcador al descanso, muchas de las tibiezas de la noche anterior estaban subiéndose el brillo del desquite con la desgracia vecina, solución campante a los complejos individuales y sobre todo colectivos, también sociales, de los derrotados con absoluta ley y suficiencia la noche previa. Pasa que el Real Madrid ha jugado ya muchas veces a esto de arruinar esperanzas ajenas sobre su desgracia, a menudo sólo con ganar. La marcha del partido, para el analista, fue tirante. Para el hooligan, desequilibrada e indómita. Cada cual que se ponga en el grupito que toque. Mandzukic destrozó la confianza madridista nada más empezar y ganó la batalla emocional por la vía rápida. Porque quedaban minutos y goles, pero el Madrid ya se revolvía incómodo: invocó la incapacidad técnica de meses perdidos en el recuerdo, incapaz de generar espacios, de hacerse sitio, de buscar a Cristiano. Lo cual empujó al 0-2, calcado tras varios servicios al área en busca de lo inevitable, todo esto con un especialista, Varane, desdoblado y sorprendido por los desmarques hacia fuera del nueve referencia. Cuando dos equipos se sujetan la mirada con algo tan suculento en juego, lo normal es que uno acabe ganando por desgaste.

Hay que reconocer a Zidane una entereza irreconciliable con la casualidad. Los cambios al descanso (Casemiro y Bale por Lucas y Asensio) perseguían honor: un gol que enfriara la amenaza y volcara el campo hacia Buffon. No pasó así. Pasó que Keylor, contagiado de la fragilidad ante un titán competitivo, regaló el 0-3 a media hora del final. Las alimañanas afilaron los colmillos, porque aunque el Madrid había malogrado opciones y controlaba el balón, seguía vulnerable como en noviembre. Se detuvieron los relojes al final, cuando en el arreón definitivo Benatia decidió llevarse por delante a Lucas en boca de gol. Buffon y Chiellini, tan reverenciados en la previa de la ida antes del brillante 0-3 de Turín, rompieron el disfraz para azuzar, sangre en ojo, lo irrevocable. La muerte, pero sobre todo la reacción a los penaltis estúpidos en contra, son lo que iguala a los futbolistas de alta competición. Cristiano hizo lo suyo, con el aplomo de un tipo que ha espantado ya mucho mediocre, y desencadenó la erupción de ese vergel cómico que se dice comprometido con la observación y crónica de la realidad. «Hay periodistas que han dejado de ser periodistas», como decía Valdano todavía con la adrenalina cerrándole la garganta en beIN, casa de luto la noche anterior, sumando gravedad a la rebelión tribunera. Y así es. Por eso, y por el qué dirán, se recomienda esperar a cobrarse las venganzas si el que mide la tensión es un equipo que desayuna odio.


Foto | @RealEspartaB

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