¡Larga vida a Timo Tjahjanto!

may the devil take you

Madrugada del 6 al 7 de octubre, tercera noche de Sitges 2018. Hay maratón de posesiones y trucos sobrenaturales en lo que a priori parece un producto marginal para gente especial, de habilidad social limitada. Y la pesada verdad es que los asistentes empiezan a ordenarse en cola desde una hora antes del comienzo del conciliábulo en la sala Retiro. La afluencia no hace sino confirmar cómo prepondera el empleado prejuicio anterior: no todos han aterrizado en Sitges a dejarse la vida y la conciliación, muchos van a trasnochar ad hoc: 12 euros cuesta la entrada para ver tres largometrajes, tres, de muy distinta factura. El primero es el que impacta, porque alcanza al público a mitad del sueño y con el paso cambiado de día: a su responsable, Timo Tjahjanto, lo han aplaudido mucho ya por otra película, The night comes for us, que sublima la violencia natural en dos horas de muertes gratuitas que se quedan sin premio en la sección Órbita (que se lleva American Animals). Una de las películas del festival, en palabras de su propio director, al cajón. Pero con May the devil take you, Tjahjanto escarba con cuidado en el estómago del fiel, que aún paga mejor lo extravagante que lo comercial. Por eso y por lo obvio de su abrasión ha salido Climax (Gaspar Noé) como triunfadora de una edición que amontonaba candidatas. En esta primera película del maratón, a la que suceden la corriente The Devil’s Doorway y la infumable The Axiom -que además acaba a las seis de la mañana- hay saltos y risas de los habituales imbéciles que van al terror incapaces de admitirlo como una alternativa. El reír por no gritar de toda la vida. Pero es verdad: es otra de posesiones, esta en indonesio, y los cacareados sustos están medidos. Sobre los aplausos irónicos y algunos bostezos se eleva la admiración: la fotografía, limpia y preciosa. El ritmo, desalentador. Ya se ha escrito muchas veces que el cine de terror juega otras normas. O más bien, las desoye. Así, a una película de terror mínimamente ambiciosa la puede reforzar un compás más largo de lo necesario o no penalizarla la abstinencia intelectual narrativa. A algunas como The invocation of Enver Simaku, que pretenden algo más, que se sirven del horror para la excusa trascendental, se las carga justo esa pretensión.

May the devil take you levanta vítores y recuerdos. Ha cebado pesadillas, y sólo la tibieza de sus compañeras de maratón templará ese impacto. Acaba pasadas las tres de la mañana: hay una pausa breve para digerirla dentro o fuera de la sala antes de la siguiente película. Un vistazo a ambos flancos confirma la sospecha: hay quien no va a aguantar mucho más. Algunos ya han tenido suficiente y no se quedarán a The Devil’s Doorway, un found footage cuya principal atracción es haber sido filmado por una mujer, Aislinn Clarke, que además ha tenido el gesto de presentar el film al comienzo de la maratón. Una sospechosa condescendencia de discriminación positiva palpitaba cuando, al introducirla, se destacaba su sexo como valor especial. La película, normalita, si se permite el micromachismo. A la izquierda, un hombre duerme plácidamente al final de la película de Tjahjanto, con la cabeza echada hacia atrás y la boca entreabierta. Como el otro producto del director estaba señalado para algo más grande, esta pasa desapercibida hasta que llega el momento de rendir premios. Y, vaya: gana el premio a Mejor Película de la Midnight X-treme y la mención especial en la sección Focus Asia. Donde Tjahjanto mejor se ha desempeñado siempre es en el terror, como él mismo asume. Es un creador capaz de reconocer sin ambages el negocio del gore y la perversión. Antes de toda esta fama ya había aportado dos trabajos espléndidos a dos antologías de género inolvidables para los secuaces: uno, Libido, en The ABCs of Death (2012), en el que enseña a una serie de rehenes obligados a masturbarse ante escenas no precisamente excitantes bajo amenaza de horrible muerte. Pero donde se destapa es con Safe Haven, el corto incluido en VHS 2 (2013) trabajado junto a nada menos que Gareth Evans (El Apóstol), segmento febril de metraje encontrado y factura fantástica, que de hecho recuerda tímidamente a la misma película de Evans estrenada recientemente en Netflix. De aquella madrugada, una sospecha: que Tjahjanto ha nacido para el horror espacial -ese que no necesita de grandes efectos para sublevarse-, lo sabe y Sitges se lo ha reconocido. Y una corazonada: va de cabeza al maestrazgo del género.

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