La gran movilización patriótica -algunos dicen constitucionalista, para no herir sensibilidades- convocada en Colón no ha dejado mucho espacio a la revisión pese a que son varios días haciendo cábalas y malabares con las siglas, midiendo el beneficio o perjuicio que los selfies con banderas puedan acarrearles. En el espectro mediático que podríamos considerar de derechas, sólo Hughes e Ignacio Camacho -los dos en ABC– han expresado concretas inquietudes acerca de la instrumentalización del cabreo nacional catalizado por la oposición, que se ha adherido a un llamado pretendidamente ciudadano y apolítico que, eso sí, parte del flagrante atropello a la convivencia que va explícito en el indulto a los golpistas del 1-O.
«La gente irá a retratarse a Colón y hará bulto para que Cayetana y compañía se hagan la foto en zona vip y les sea leída la enésima monserga setentayochista con dicción PSOE. A eso acude Vox: a que exsocialistas y quienes se han repartido el pastel con los socialistas le pidan al PSOE que no sea el PSOE». Esto es de Hughes. Días después, ya al trantrán de la víspera, Camacho ha escrito lo siguiente: «Existe cierto peligro en el afán de la oposición por acaparar el protagonismo (…) arrojará sombras de oportunismo sobre una expresión popular de descontento cívico». Aunque matiza: «Por más que (Sánchez) trate de disimularlo (los indultos) con el mantra del diálogo, queda demasiado evidente el pacto para salvar lo que queda de mandato (…) y el espantajo de Colón ya no cuela como coartada de otro paso en falso».
Que la mayoría de medios y prescriptores liberales y conservadores llamen descaradamente a llenar Colón es paradójicamente la principal prueba de desconfianza en que el movimiento vaya a devenir en causa nacional, y no política. Como se tiende a batir ambas esferas en una sola, hay que recordar que la oposición ha perdido innumerables oportunidades previas de convocar a decenas de miles de españoles para expresar a voz en cuello un descontento que galopa en las encuestas, y que tuvo en los resultados de las autonómicas en Madrid su figura más relevante. Y no sólo eso: en no pocas ocasiones, empezando por las mismas prórrogas del primer estado de alarma -que bordea la inconstitucionalidad-, contribuyeron activamente a que el PSOE consolidara impunemente una concentración de poder difícilmente irreversible.
A Colón irá el que quiera por la causa que quiera y desde que luego indultar a golpistas es una de las de mayor peso, por lo que puede proyectar sobre el respeto a la Ley y la Constitución hacia el resto del país -y lo que es peor, hacia el resto de los socios potenciales de Gobierno-. Que indultar a criminales no han hecho propósito de enmienda y que expresan públicamente que ya trabajan en la reincidencia sea una causa como cualquier otra para manifestarse por España dice mucho del actual estado de descomposición de la nación, y con ello también del papel activo o inactivo -según tocara- que la oposición ha jugado en ello. Peajes, malversación, subidas de luz, asfixia de la economía doméstica, rescates misteriosos, récord en enchufes y chiringuitos o gobernar a decretazo durante año y medio no son menos razón para poner pie en pared, pero su recurrencia en el discurso colectivo ha sido nula durante todos estos meses. Por algo será.