Pasamos tanto tiempo secuestrados e intoxicados por la rivalidad más grande del fútbol moderno que a muchos se les privó el disfrute objetivo de un deporte con muchas alternativas. Ni siquiera grandes ciclos ganadores como los interpretados por el Barcelona o el Real Madrid dentro y fuera de Europa -relevados puntualmente por Bayern de Múnich y ahora, parece, Liverpool– facilitaban la costumbre de idolatrar algo diferente de lo habitual o, en todo caso, alejado del gol. La afrenta histórica se ha llevado por delante de forma especial a defensas y porteros, a los que se recuerda con veinte, treinta años de retraso como artillería vintage o arqueología de guerra, y esa tendencia a no condecorar a los cautivos de la otra cara de la competitividad -frenar, paliar, evitar o negar la gloria- nos ha privado, por ejemplo, de reconocimientos tácitos a gigantes del tipo de Philipp Lahm, Giorgio Chiellini, Pepe, Eric Abidal, Dani Alves, Sergio Ramos o Mats Hümmels, con las salvedades que todos quieran imponer a cada nombre según fobias. Sin embargo, esta generación, que incluye a todos los que robaron su protagonismo, languidece: y la ausencia de referentes de la misma altura ya está facilitando que los estudiosos y adictos del fútbol se hayan desquitado algunos complejos cediendo a tipos como Luka Modrić o Virgil Van Dijk cierto espacio en el debate.
Van Dijk es el primer defensa desde Fabio Cannavaro (2006) en ganar un premio individual relevante TUITÉALOLos premios individuales son como las conquistas de verano sin público: se pone en duda su razón, pero nunca restan. Van Dijk, que ganó la Champions League con la misma edad (28) con la que Sergio Ramos dinamitó la Décima en Lisboa, podría perfectamente encandilar su carrera a partir de este mismo momento. Central rocoso que copó titulares por su venta, la más elevada de un central hasta que el Manchester United forzó la máquina por Harry Maguire -una obsesión con muchas connotaciones-, Van Dijk ha ido completando el proceso de justificación de la inversión con actuaciones regulares notables, noches brillantes y un margen de error propio de elegidos que han prosperado en el momento perfecto de su carrera. Klopp ha conseguido algo imposible: que en un campeón de Europa con un tridente visible y goleador la referencia en los títulos sea un defensa central de un país que se ha perdido las grandes citas internacionales de 2016 y 2018. La última vez (Mundial de Brasil 2014), Van Dijk (23 años recién cumplidos) jugaba previas de Champions compartiendo eje de la defensa con Efe Ambrose.

Aunque la demarcación olvidada por excelencia del fútbol es la portería, la impresión de los defensas en la última década a los éxitos de sus equipos no se ha correspondido en la memoria colectiva con un pensamiento honesto. Sergio Ramos, ganador de cuatro Champions League además de dos Eurocopas y un Mundial entre otras muchas cosas, ha sido desde 2006 -año en que Fabio Cannavaro fue elegido Balón de Oro generando una tormenta de opinión- el defensa con mejores puestos en los grandes premios individuales un total de seis (6) veces, con mucha diferencia respecto a los demás nominados. Y comparte con Lahm (2014) el honor de haber sido, hasta Van Dijk, el mejor situado (5º) para ganarlos. El que está considerado su homólogo en el fútbol español, Gerard Piqué, nunca ha superado en diez años de carrera al máximo nivel ni al andaluz ni a otros contemporáneos como Nemanja Vidic, Javier Mascherano o Raphael Varane, por poner algunos ejemplos. El pasado año, pese a ganar Champions League y Mundial, Varane sólo fue 8º en la votación a Mejor Jugador de la UEFA y 7º en la clasificación final del Balón de Oro. Dani Alves, recordman a nivel títulos, fue el primer defensa en la clasificación del Balón de Oro de 2007 -por sus méritos en el Sevilla- con un 15º puesto, mientras que Abidal, Carles Puyol o Mascherano han completado apariciones simbólicas (11º, 18º y 14º) en los resultados de 2011, 2010 o 2015 respectivamente.
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El defensa dominador de esta década corta ha sido el del Madrid no sólo por sus éxitos a nivel de club sino también por ser protagonista de la era dorada, que no volverá, de la selección española. Y también por su capacidad de aparecer en finales, golear en prórrogas y adornar la causa defensiva con pirotecnia de delantero. Esta no parece a priori una capacidad que Van Dijk pueda arrogarse en el futuro, si bien es cierto la consolidación del Liverpool de Klopp en el mapa puede perpetuarle como líder y nombre para la historia. Así de frívolo es: Van Dijk era un defensa caro, el más caro de siempre, hasta que a esa valoración le han ido correspondiendo los títulos -y sin duda, nadie discutiría nada de haber ganado la ansiada y esperada Premier de la pasada temporada- y ahora, los premios. No en vano, haber sido elegido Mejor Jugador de la UEFA le posiciona favorablemente para ganar el Mejor Jugador de la FIFA y por consiguiente, el Balón de Oro; aunque si rompe estas barreras ya no cabrá duda de que, en primer lugar, algo ha cambiado en la mente del elector. Y esto, desgraciadamente, no dice tanto de Van Dijk: más bien constata la decadencia de los grandes goleadores a la espera de alguien que termine por recoger el testigo y significarse. La veda de los premiados alternativos, si no fortuitos, se ha abierto.