Durante el pasado Mundial de Rusia, la selección de Suecia logró no un imposible pero sí un sorprendente hito moderno: llegar lo más lejos en 25 años sin la que ha sido probablemente su estrella de las últimas ediciones, Zlatan Ibrahimovic. Aunque no se ha retirado del fútbol, su estado de forma y prestaciones para un torneo de máximo nivel estaban poco menos que en entredicho y en consecuencia no formó parte del compacto y homogéneo grupo que llegó a cuartos de final después de acabar primera en un grupo con Alemania y México y de eliminar en octavos a Suiza. Pareció, en una especie de desafío irónico, que alguien estaba interesado en demostrar cómo de frágiles son las sombras alargadas de los divos. Esto no significa que Brasil vaya a apabullar en la Copa América que organizan sin Neymar, pero las sensaciones en los amistosos previos y en el partido inaugural ya dan ciertas pistas de cómo ha encajado la selección de Tité la baja del que lleva ocho años ya llamado a suceder a las máximas estrellas de este deporte, quedando en entredicho en todas las grandes oportunidades que ha tenido sea por una u otra razón (pero todas futbolísticas). El 3-0 inicial del torneo sólo despeja dudas en lo formal, ya que hasta la segunda mitad los brasileños no pudieron desenmarañar la trampa boliviana. Pero Brasil sin Neymar es una selección distinta. Distinta a veces significa mejor, y en el fútbol todas las conclusiones pasan por los resultados. Distinta por obligación: la orfandad curte el alma y embellece los desafíos. Tité ha llevado a la Copa América a una generación de futbolistas al borde del adiós que superan con creces la treintena pero a los que considera suficientes para tapar el afanoso entusiasmo de los atacantes sudamericanos que miran a Europa con el ojo con el que no miran la portería rival. Por delante de esta guardia hay un macroespecialista, Casemiro, y de ahí en adelante fantasía un poco matizada que lidera, claro, el desconocido Coutinho. Coutinho no es peor en el Barcelona que en Brasil. Es, otra vez, distinto. Un futbolista que no carga con ningún peso desproporcionado, un futbolista respetado y buscado, el centro del juego y se supone que el líder consorte cuando Neymar está en pie, que no es demasiadas veces. En su momento, hace muchos años y cuando ni siquiera habían cumplido la mayoría de edad, se decía que entre Coutinho y Neymar el primero sería el que más lejos llegaría: el más completo, el mejor preparado para la élite. Pero toma esa responsabilidad con decisión y casi pareciera que la disfruta. Tité reemplazó a Neymar con Everton, que fue titular y marcó el 3-0 tras el doblete de su estrella alternativa. Brasil no es más peligrosa sin Neymar pero es inevitable entender a simple vista, y los analistas de cámara del fútbol puro así lo comprenderán, que es una selección normal, sin modelos payasescos, sin distracciones y sin la obligación de estar a la altura de lo que sus individualidades impongan. Algo que desde 2002 ha sido casi constante, tras aquel impetuoso Mundial asiático de la defensa de cuatro con balón y cinco sin él con Roque Júnior marcando la altura de su línea y Edmilson de káiser.