Si algo nos ha enseñado la nueva política, la política del cambio, del pueblo y la subsistencia, es que los niños pueden servir para muchas más cosas que las que culturalmente se les ha atribuido, en posesión por ejemplo de una verdad inalterable ajena a los estándares adultos que los propios adultos malean con terca reincidencia. Los niños, o al menos aquellos niños blancos, ajenos a la esfera podrida de la metarrealidad kantiana, los maleables, sirven de arma arrojadiza, son cosificables como lo son las ideologías emergentes inyectadas en cianuro; son ocasiones francas para hacer masa, conglomerado blandito ajeno al peligroso yugo parental. En precampaña, por ejemplo, los niños no son algo muy diferente a los buzones: dejas en ellos tus besos y caricias como dejas tus folletos en el extrarradio y a otra cosa. Un niño crecido, avergonzado de la educación que sus padres le habían dado, abofeteó a Rajoy en un aparentemente seguro paseo por su región. Al varón popular se le afeó mucho tiempo con moderada inquina una gracieta que hizo aludiendo a uno que no quería que le subieran el precio de los (sic) chuches. Cosas de críos, ya veis. Por eso reconozco y lamento el calcado ingenio de Ramón Espinar usando para su fin a niños a los que tuvo a bien adoctrinar durante una charla. Enseñando un papel supuestamente –todo el mundo es culpable hasta que se demuestre lo contrario- diseñado por una niña, el hijo del padre de la tarjeta black por el que no pudo dar explicaciones ni responsabilizarse (nótese aquí el tiro de cuerda con otro paternalismo famoso: «De la plata se encarga mi papá», seguro que les suena) tejió relato por libre. La niña de Ramón, que apunta maneras escribanas, salta ahora en la comba en algún lugar del folclore mágico irresponsable junto a otros niños inventados en brazos de padres con más folletos que vergüenza que juegan al tintineo del whatsapp relativizando las pollas y las mamadas del Wismichu y compañía. Qué tiempo este para ser niños, amigos. Qué tiempo este para dar la espalda al arte, y a la política, y a la infancia.