Madrid ha sido una fiesta otra vez. Siempre hay razones para creer que la capital sirve los sueños y excesos en bandeja a quienes se quieran abstraer o implicar, pero más cuando asienta la tradicional Muestra Syfy de Cine Fantástico, como ha sido el caso, en enclaves de magnífica ubicación entusiasmados bajo el neón. El Cine de la Prensa, sito en Gran Vía entre las tres esquinas más fotografiadas de la ciudad, sirvió el espacio: y el festivaleo imperante, desmedido durante las proyecciones más esperadas, enderezó unos ratos y vició en otros la exposición de unas obras distantes entre sí que aglutinaron reacciones muy similares entre los asistentes. Ante un público tan granado y heterogéneo no cundió el mensaje politizado de Leticia Dolera, que regresó de anfitriona a la ceremonia para desdibujar los ratos de exposición y regocijo con un inflado y terco hincapié en el feminismo menos feminista que la mayoría celebró al comienzo pero acabó rechazando abiertamente al final. En ese lapso, por cierto, se dio la nauseabunda certeza de que uno de los asistentes fuera expulsado de la muestra por abusar, no ha quedado claro en qué términos, de una mujer sentada próxima a él: carnaza que se ha explotado desde los medios en titulares no demasiado fieles a la realidad según la propia Syfy, pero repudiada de forma unánime por cualquiera con más de dedo y medio de frente.
Syfy aclara el incidente de anoche. Según informaciones, echaron a un tipo de la proyección de «31» por masturbarse junto a una espectadora. pic.twitter.com/IiMYkGFm4N
— M Mañero (@m_manero) 5 de marzo de 2017
En lo tocante al único tema de la Muestra Syfy, el cine, los claroscuros han sido genuinamente equilibrados. Pese a que se añoró un peso específico más reconocible del cine fantástico, terror, superhéroes y acción supieron darse la mano y suturar este surco de relativismo que siempre invade la fenomenología freak de aficionados, como se autoproclaman los peores del género. Y la oferta de su variada programación, muy vitoreada antes, durante y después, llegó para satisfacer a cualquiera. Sin embargo, podría decirse que han sido cinco las películas que más han cuajado en diferentes términos durante las charlas posteriores a su visionado, y a través de las cuales por tanto podría revelarse este exótico carrete de ideas distintas en mentes curiosas de distracción exigente:
1. LOGAN (James Mangold)
La última entrega de la trilogía de Lobezno reactivó la sospecha: este es uno de los superhéroes con mayor calado humano que han existido. Sólo la proximidad de su estreno en las salas de cine (llegó al público al día siguiente de su proyección en la muestra) amortiguó una expectación desbordada en las horas previas a la inauguración. Y con motivo. Por suerte no tiene nada que ver con las dos entregas anteriores ni con nada que podamos considerar películas de superhéroes, cuyos últimos intentos de dignificarse habían fracasado miserablemente. Lobezno es un descosido a la causa, un roto en la industria y, para la mayoría de asistentes, se codea con las mejores del género. Una de las imprescindibles de 2017, prejuicios aparte, abrochada con un desenlace de escándalo.
2. 31 (Rob Zombie)
Un delirio a la altura de toda su obra, pero convincente en las formas: no es necesario frivolizar con la muerte para presentarla de formas variopintas que replanteen la erótica de los adioses absurdos. ’31’ funciona como convincente recordatorio de un Halloween que queda lejos en el tiempo y aprovecha muchas de las perversiones del género para enredar en fobias reconocibles y altamente efectivas, como lo son en este caso los payasos asesinos que este 2017 volverán a los escaparates gracias al remake de ‘IT’. La de ’31’ fue, al menos en la sala 1, una función recreativa y muy aplaudida, con su poco de gore, su algo de nazi y su extra reconocible de carga ochentera.
3. PET (Carles Torrens)
El siempre especial público de Sitges no supo cómo reaccionar a este peculiar romance, pero con el paso de los meses y a la debida distancia se diría que ha ganado el grupo de valedores. Célebre por haber recaudado sólo 70 dólares en 2016, Pet rescató el sábado a unos asistentes de la muestra algo desilusionados con la programación del día anterior, que apreciaron la sutil complejidad de una historia en absoluto gratuita de las que te plantea preguntas que te da tiempo a responder antes de que te sean reveladas del lado oficial. El atisbo pseudoreligioso y la efectiva mano de pintura psicótica realzan una obra que exprime su potencial con las debidas adversativas.
4. CRUDO (Julia Docournau)
La gran triunfadora de la Muestra para la mayoría: bella, alegórica, fina, tensa y desagradable. Toda la esperanza que habían depositado en ella quienes esperaban burdo gore gratuito fue adoptando nuevas formas durante la narración de la historia, razonablemente brillante. No fue ni por asomo el festival del horror que presagiaba la propaganda, que la presentaba como «la película que provocó desmayos en Toronto», y de hecho hasta sus escenas de rigor más cuestionables son grabadas y tratadas con una suavidad que aterra. Aunque Leticia Dolera aprovechó para venderla como opiáceo feminista, la verdad es que es una película de womansplaning sublimado, con escaso margen reivindicativo más allá del obvio. Paco Plaza, padre de la trilogía ‘REC’, acabó rendido: «Es la película de la década».
5. KONG: LA ISLA CALAVERA (Jordan Vogt-Roberts)
La muestra sufrió un pequeño revés al cierre, porque los puristas esperaban a un mono gigante que se enamorara de Brie Larson y encontraron a cambio a Samuel L. Jackson repudiado de Vietnam remachando criaturas a lo Jules Winnfield: no obstante, la segunda entrega de la cuatrilogía de MonsterVerse pasa el corte por su espectacularidad visual y el empeño del director en navegar otro cauce. Es un blockbuster de manual, destinado al sano recreo, por lo que detenerse a preguntarse cosas sobre su desarrollo es básicamente perder el tiempo y equivocarse de ventanilla. Como producto al aire, triunfa: como apuesta, sangra imprevisibilidad y tedio. Y pese a todo, cabe quedarse hasta incluso después del final.