El color y la atmósfera de la primera gran obra de Denis Rovira conforman una promesa de terror gradual que, cargada de méritos, compite de tú a tú con prácticamente cualquier film de género del año. La Influencia es, además, una buena historia inverosímil de esas que el público suele pagar bien. Cómo plantea la diatriba familiar y el apego a los paisajes, las miradas largas y el crepitar de maderas viejas y pasados descuidados nos es familiar, porque es nuestro. Ese terror tranquilo, ligero y de hogar, encuadrado entre las paredes, sin escapatoria. Nunca mejor dicho, las influencias en la película de Denis Rovira son múltiples y variadas: hay negros absolutos y rojos giallo, pero también luces que parpadean en el momento exacto (factoría James Wan: es imposible no localizar la inspiración de Insidious), percusión ascendente (Holocausto Caníbal), ojos vacíos como los de Jack Torrance al borde del abismo y azules tumultosos que presagian clímax, como en el May the devil take you del indonesio Timo Tjahjanto. Toda la composición es casi un gran homenaje a la nueva carnada del mejor cine de terror, y en consecuencia le construyen a La Influencia un interesantísimo lecho narrativo, absorbente y generoso con el pavor, que ni la historia neta ni las interpretaciones desprecian. Así, podría decirse que recorrer La Influencia es recorrer, en hora y media, las tendencias del género y por supuesto sus referencias más sólidas: razón sobrada para hacerse respetar.
🎬 Crítica en Aullidos
El fuerte drama humano que presenta se escinde enseguida entre secretos que se tardan en descubrir o no se descubren nunca, porque la cinta no renuncia a los recursos de atención con tal de mantener la tensión en la butaca casi a cualquier precio. Esta estrategia, tan posibilitada en el cine de terror comercial, chirría cuando detrás se quiere enseñar algo complejo o profundo del estilo de ese elevated horror tan en boga y del que tanto reniega el festivalero medio. Pero es verdad: sólo una película en los últimos diez, quince años, ha logrado ser tan compleja y terrorífica y su título es ya tan de culto que ni siquiera hace falta nombrarla. La Influencia parece acercarse en momentos a algo así, pero siempre, en el último suspiro, falta un atrevimiento menos formal y más descarado, como si los sustos y golpes fueran el peaje a pagar para entrar hoy en el selecto grupo de especialistas del género. El fast food del terror: implicado, universal, urgente y siempre efectivo. Por eso acompaña, y lo que en cualquier otra película implicaría un reflejo de falta de ambición, en La Influencia es la carta comodín que el espectador sabrá identificar enseguida, probando su indulgencia. La película va creciendo a medida que es todo más obvio, desafío para el que el reparto parece especialmente seleccionado: cada personaje se debate en un dolor particular incapaz de mitigar y que sólo puede implicar una salida: el caos. Para los amantes de los finales abiertos e interpretables, un aviso: hasta el mismo último segundo de la película, todo está sujeto a interpretación. La primera gran obra de Denis Rovira es para todos los fans, pero definitivamente no para todos los públicos.
Lo mejor > Es valiente, aunque influencias y reflejos de otras películas y directores se hagan tan cristalinos. No tiene miedo a pecar de cómoda porque sabe que es la llave que le hará llegar a un tipo de público más exigente.
Lo peor > Maneja tantos registros que acaba dejando rastros de guion descuidados, y en su búsqueda de la universalidad acude a clichés como si los necesitara, cuando lo cierto es que sin ellos se bastaría como obra de terror.