Casi 40 años después –ya es difícil referir un periodo de esa duración sin venírsele a uno a la cabeza los 39 de reinado de Don Juan Carlos I, tras los homenajes y las banderolas del Hola-, el fútbol vuelve a enfrentar a Argentina e Irán, aunque en condiciones diferentes (entusiasmar en una cita mundialista) a la primera y hasta ahora única vez de su historia. Han caído chuzos de punta desde que en marzo de 1977 ambas selecciones fueran invitadas por Don Santiago Bernabéu, presidente entonces del Real Madrid, para participar, a finales del mes de marzo, en un mini-torneo que fue la cúspide de los fastos del club blanco por su 75º aniversario.
Argentina, el último de los tres equipos convocados en llegar a Madrid para el torneo, aterrizó liderada por César Luis Menotti, nombrado seleccionador nacional dos años y medio antes, en noviembre del 74. El Flaco se llevó a la capital de España 18 jugadores, entre los cuales entraron algunos como Hugo Gatti, en sus últimos suspiros con la albiceleste, u Osvaldo Ardiles, único argentino de la lista de jugadores de leyenda de la Premier League. Enfrente Irán, un combinado todavía endogámico que aún no había disputado ningún Mundial (el del año siguiente, para el que se clasificaron en noviembre del 77 y que acabó ganando la propia Argentina de Menotti, fue el primero y único hasta el de 1998).
El encuentro fue programado a las 18:30 horas del 22 de marzo de 1977, justo antes del que enfrentaría al anfitrión, el Real Madrid de Miljan Miljanic, contra el modestísimo –aunque con solera en África- Mouloudia Chaabia argelino. Un equipo hoy todavía vivo bajo el nombre de MC Oran, por el que pasaron dos leyendas de la selección (Lakhdar Belloumi, jugador con más partidos, y Abdelhafid Tasfaout, máximo goleador histórico). Argentina se adelantó en el 13 con un gol de Bertoni de penalti cometido sobre él mismo, pero Irán igualó fuerzas en el 78 mediante Sadeghi. El partido fue a resolverse desde los once metros y allí, Ardiles clasificó a Argentina para la final. Las crónicas de la época, eso sí, fueron en cierta medida implacables con los sudamericanos: “Los pibes defraudaron” o “Pecaron de soberbia” fueron algunos de los titulares. Eran otros tiempos, para el fútbol y para el periodismo deportivo.
Incluso Menotti, consternado en aquellas por lo cuesta arriba que se le había hecho confeccionar una lista competitiva, habida cuenta de la cantidad de futbolistas argentinos que tenía ya jugando fuera de su país, se desayunó en las páginas de ABC una mordaz y considerada crítica a lo que la albiceleste había ido a hacer allí: “Con cuatro gambeteos y tres jugaditas no se consigue nada cuando enfrente hay un conjunto sólido, homogéneo, compacto, todo fibra y corazón, y no exentos de una técnica, rudimentaria si se quiere, pero terriblemente práctica”. La Argentina de la ilusión pudo a trancas y barrancas con una exótica Irán que ha vuelto a sus planes.
Rompamos una lanza a favor de Don Vicente Del Bosque, ahora que los ríos bajan revueltos en su contra tras el ridículo de España en el presente Mundial. El salmantino, aquejado de molestias físicas para el primer partido del cuadrangular, resolvió la final ante Argentina con el único gol del partido, el 24 de marzo y ante escaso público, no excesivamente entusiasmado con un torneo al que el mismo ABC de ese día se refirió como un acto con “más simbolismo y más carácter propagandístico intercontinental que enjundia y carácter y calidad”. Joao Havelange, presidente de la FIFA y por quien el tiempo ha pasado particularmente mal, entregó el trofeo de campeón (la Carabela Mayor) a Pirri, y el de subcampeón (la Carabela, a secas) a Jorge Carrascosa, quien ese mismo año dejaría la selección por encontrar a Menotti demasiado afín a la dictadura –o Proceso de Reorganización Nacional- de Jorge Rafael Videla establecida tras el golpe de Estado del 76.
Irán, cumpliendo su parte, derrotaría –también por penaltis- al Mouloudia Chaabia, para acabar tercero y llevarse ese pequeño pedazo de historia del Real Madrid. 39 años y tres meses después, se cuadra ante Argentina en Belo Horizonte con el único propósito de incomodar. La historia entre ambos países en fútbol sólo había tenido un capítulo, este de Madrid, resuelto sin gloria y muy fuera del alcance de los focos. Desde ese día, Argentina ha ganado los dos Mundiales que pueblan las cejas de su escudo (1978 y 1986) y otras dos Copas de América (1991 y 1993). Irán, por su lado, ha llegado a otras tres citas interplanetarias (1998, 2006 y 2014), y ahora casi la mitad de su selección juega en el extranjero. Brasil, siempre el país del fútbol y de las protestas, se presta a maquillar un poco sus historias, aunque eso implique indirectamente enterrar también aquel anecdótico y peculiar gol de Del Bosque esa olvidada tarde de marzo en la capital.