Abel Rojas no llega a la treintena y ya es una estrella. Él lo negará, claro, porque va en su naturaleza: pero el proyecto de Ecos del Balón que lidera rodeado de orífices de talento medido va camino no ya de afianzarse como referente sino de, y esto es lo relevante, dar el salto al espacio reconocible que gran parte de la afición reclama en el espectro comunicativo. Así se puede interpretar su estreno en beIN, que los aficionados que le siguen desde hace años en su espacio digital celebraron por todo lo alto. Axel Torres, valedor de este y otros muchachos de fútbol más o menos limpio, le ha dado la oportunidad a tiempo. Toda la comunidad Ecos, agradecida, fue detrás, llevándole en procesión. No es para menos. La apuesta por Abel es la apuesta por el trabajo y también por la inteligencia en primer lugar, y justamente en esta conmemoración de lo extraordinario es donde también crece el monstruo que acecha bajo la cama: aunque quisiéramos creer que el fenómeno Abel, con o sin sus músicos, podría extenderse e incluso servir de guía a otros que empiezan o están en ello, la experiencia coarta la expectativa.
Ecos es un proyecto amasado a golpe de horas y horas de dedicación casi exclusiva que ya está profesionalizado: el equipo se reúne en una oficina en la sierra de Madrid, cuenta con su propio responsable de vídeo, soporte administrativo para YouTube, genera contenido transmedia, segmenta, analiza, crea, suma, debate. Ya no es, para entendernos, un blog. La congregación futbolera se apiada de esta jugada, pero a la orquesta le puede dar también en la nariz que el camino, ya a la luz fría de los focos, será tortuoso. La a veces exasperante naturalidad con que Abel y su equipo tratan un deporte tan condicionado por adversativas y actores secundarios no necesariamente vinculados al juego puede jugar en su contra un día que vengan mal dadas y toque jugar a indios y vaqueros. Abel y la comunidad Ecos ya han probado estas pestes, las sufren cuando soslayan, por ejemplo y a plena consciencia, un resultado maleado por un arbitraje nefasto o una derrota en el último suspiro por una irreconocible decisión de un entrenador cualquiera. Ecos es fuerte en su terreno del fútbol para el fútbol, pero el salto a la pantalla y otras plataformas exigirá cintura de avispa en este viaje. Y lo peor: uno no siempre puede permitirse elegir qué papel jugar. Creedme cuando os digo que hay facturas muy jodidas de pagar.
La cuestión de momento no es esa, sino el inmenso favor que Axel Torres ha hecho al periodismo deportivo en España cediendo minutos en televisión a Abel Rojas. Porque para hablar de fútbol, al final, uno debería llevarse consigo a quien entienda de fútbol de igual manera que te llevarías un veterinario a dar una charla sobre veterinaria o a un economista para hablar de economía. La perogrullada no se sostiene, pero sabemos a lo que vamos: en este artículo escrito unos años atrás, Gonzalo Vázquez ponderaba la monstruosidad del periodismo deportivo y sus invitados: exjugadores, provocadores, defraudadores, pendencieros, figurines y pinchadiscos, cuando no directamente gigantes de la comunicación venidos a más por los cheques. Otra cosa distinta, creo, es el periodismo en crudo: las tácticas, el razonamiento estratégico, la observación y el análisis son complementarios al periodismo pero no es periodismo en sí. También tocará lidiar con esta dicotomía. Volviendo al ejemplo anterior, obviar en el análisis de un partido el peso que pudiera tener el árbitro, lo extradeportivo o la climatología, sería al final estar faltando a la verdad. Algo que ni en periodismo deportivo debería pasarse por alto.
La reacción del público a la presencia de Abel en beIN también habla de cómo el chico ha gestionado su desarrollo paralelo al de su creación: cómo ha logrado arrimar una inestimable colección de alegres dialogantes entregados a la inmaculada concepción del fútbol. Como si en realidad no importara nada más. Pero incluso en ese toque divertido y naíf hay, claro, esperanza: si el paradigma de periodismo deportivo en España ha de terciar en esa dirección -y creo que sería un excelente camino que tomar-, seguro que a la larga cualquiera de los caminos que llevaran a esa experiencia acabarían por redundar en beneficio, sobre todo, de una profesión golpeada y dormida, que se arrastra muerta de titular en titular sin detenerse en los porqués. Es probable que Ecos no sustituya nunca a lo que deberíamos entender por periodismo deportivo, pero sí parece claro que su incorporación a la mesa de debate puede drenar algo de caspa de la sangre de sus gobernantes o, en el peor de los casos, enriquecerlo como hasta ahora pocos se habían atrevido -o habían sabido- hacer. Si no les desborda esa responsabilidad, seguro habrá nacido en España otro lugar en el que detenerse durante más tiempo. Y lo mejor: será únicamente mérito de ellos y de todos aquellos que quieren jugar al fútbol, aunque en el camino sacrifiquen una parte, acaso tediosa, de oficialismo y cenagal.