El perfecto bocazas

Dani Alves Juventus 2016 2017

Dani Alves es uno esos contados protagonistas del deporte que puede permitirse la licencia de pasar eventualmente por un cretino: un competidor absoluto, ganador genuino y un verdadero exponente de la fiabilidad sostenida que la élite exige a los que se dicen los mejores. En paralelo, desarrolla un perfil casi ad hoc: una personalidad arrolladora, superespecial, tragicómica e irritante, altivo y fanfarrón como demuestra la naturalidad con que enfrentó a los periodistas en la rueda de prensa previa a la final de Champions ante el Real Madrid. Alves arrancó con ironía («Estarán acojonados por mis números», dijo en referencia a una pregunta que le recordaba todas las veces que, de azulgrana, había ganado a los blancos) y surcó también un lugar común del barcelonismo cuando hizo mención al gol de Mijatovic que dio al Real Madrid la Séptima Champions League en Ámsterdam, ante la Juventus, en 1998. Toda esta licencia de showman tocado por la esencial varita del deporte es lo que al principio le hizo ser decisivo en uno de los mejores Sevilla, uno de los mejores Barcelona -si no el mejor- y esta Juventus que aspiraba al triplete y que sin embargo claudicó en Cardiff frente a un equipo descaradamente superior en todo. Y una de las razones por las que el Real Madrid goleó a la Vecchia Signora fue, precisamente, la insólita situación que Dani Alves pasó sobre el campo durante el partido. Acostumbrado a mandar, cómodo en esa posición de carrilero que le ha regalado Allegri -posición fetiche para los futbolistas de su corte- y más cerca del área rival que nunca (con menos miedo que nunca a abandonar su espalda), Alves fue en el Millennium Stadium una sombra quejosa y rodante, sobredimensionada y superada.

Laterales Juventus - Real Madrid final Champions
Zonas de influencia en los lados durante la final: Alves (izquierda, abajo) fue el peor de los cuatro jugadores de banda sobre el césped

Allegri volvió a plantearle en el lugar donde ha sido tan importante en su primer año en Turín; no obstante, la titularidad de Isco y por tanto la practicada superioridad técnica del Real Madrid en la franja ancha obligó al brasileño a emplearse hacia dentro en tareas de contención. Fue, en la práctica, más un quinto defensa que un volante y por supuesto mucho más volante que carrilero: sólo dio 12 pases buenos en el tercio superior del campo y centró menos, por ejemplo, que sus reflejos en el lado izquierdo (Mandzukic y Alex Sandro). Por contra, fue el futbolista del partido que cortó más pases. El triángulo que trazan estas tres estadísticas da una idea de cómo el Real Madrid logró someter a Alves y minimizar de manera radical su impacto en la salida de la Juventus, que tampoco encontró a Dybala por una razón similar. Más pendiente para variar del trasiego de Marcelo por su banda que de provocar el fallo, Alves compareció frustrado a la batalla geométrica que Zidane logró ganar, también, a un Allegri desesperado. La prueba definitiva está en la posición media que ocupó el ex del Barcelona en la segunda mitad según el dossier de prensa de la UEFA: Alves, sujeto por la presión de Kroos y la capacidad latente de esa lado frente a un Barzagli lento y descubierto, pasó más tiempo en campo propio que en el contrario justo en el lapso de tiempo donde el Madrid creció y acabó por golear al incontestable campeón de Italia. Higuaín, Dybala, Mandzukic y el propio Khedira pisaron más campo contrario que él, muy cómodo esta temporada en el rol de asistente libre entre líneas.

Posición media Juventus final Champions
Posición media de los jugadores de la Juventus durante la final de la Champions ante el Real Madrid

Alves patinó en su predicción sobre la final de Cardiff, pero un todocampeón como él puede permitirse fracasos de vez en cuando. Este, además, no fue responsabilidad directa suya. La respuesta táctica de Zidane y el contorsionismo de Allegri, cuyo primer movimiento fue meter a Cuadrado por Barzagli en el 66 (ya con 1-3 en el marcador) condicionaron absolutamente su responsabilidad en el partido, limitando su importancia y dejándolo en el jugador irreconocible que fue a ratos en sus últimos días en Barcelona, frío y distante. Luego se comportó como un caballero en la derrota, otra cosa inusual, y aguantó la mirada y la carantoña a Ramos antes de que éste sacara la capa. Como el resto de la Juventus, Alves esperó sobre el césped la entrega del trofeo y el ir y venir del enjambre de fotoperiodistas que buscaban otros protagonistas entre los que, situación infrecuente, no estaba él. Alves nunca pareció autocomplaciente, sospecha que confirma que optara por ayudar a evolucionar al mejor equipo de Italia a una edad en la que ya languidecen las carreras de la mayoría de futbolistas de su perfil: con todo a mano y la tentación de abandonarse, decidió intentar seguir ganando. Luego entrarán mejor o peor sus estridencias, se le perdonarán o no las fantochadas y será el primero al que afecte el efecto rebote de sus profecías, pero hay una única cosa que no se le puede negar y es su incomparable altura deportiva. Cardiff lo vio rendirse, algo muy exótico, y esa es otra pequeña victoria que atribuir al singular libreto táctico de un Zidane histórico.


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