«El jump scare es la celebración de una escena»

Ángel Gómez Hernández debuta con el sorprendente largometraje de terror Voces, una historia inusualmente típica desarrollada en una casa maldita que sus inquilinos lucharán por combatir mientras el mal se adueña de sus paredes arrinconándolos dentro de ellas. Inspirado por películas de terror clásico y con sus referentes actuales muy claros, Ángel Gómez atiende en exclusiva a Aullidos antes del estreno de la que es sin duda una de las grandes revelaciones del género este año:

Voces es una película incomparablemente cruel, ¿era algo imprescindible o surgió así?

Respondía a una intención clara: en las películas de casas encantadas parece que está todo escrito, el espectador más o menos intuye qué personaje se va a salvar, cuál va a morir. Quería empezar mi carrera con una historia de este calibre porque es el subgénero que más me motiva, pero el cliché jugaba en mi contra. Así que eso me hizo plantear un punto de partida lo más familiar posible pero con intención irónica, para lograr que el público se confiara antes de asestar el primer golpe para que toda esa seguridad y confianza desaparecieran y entrar en el terreno de lo inesperado.

¿Qué queda por inventar en el subgénero de casas encantadas?

Hay una película que demostró que está todo por inventar: Hereditary. Me dio muchas esperanzas en un momento muy inicial en el que apenas estábamos trabajando el argumento. Ver algo como Hereditary me hizo pensar que siempre se puede seguir pensando nuevos enfoques. Este en concreto es un subgénero que atenta contra la idea de protección del hogar, alterar ese orden es algo que me fascina y las opciones son inagotables.

¿Algún cliché en concreto que quisieras evitar?

Por ejemplo, la familia tenía un perro al principio, pero lo eliminamos cuando nos dimos cuenta de que ya teníamos una historia que funcionaba por sí misma y empezamos a limar cosas. Nunca tuvimos miedo a arrancar desde el cliché, porque si lo intentas evitar desde el primer momento puedes confundir al publico. Trabajo cómodo sintiendo que empiezo con una película base y busco la originalidad dentro de ella. Por ejemplo, a mí me gusta el jump scare lento, que se nutre de un periodo previo de tensión. El jump scare es la celebración final de una escena, si lo trabajas bien es aterrador únicamente por cómo se libera. Y yo soy un fanático del jump scare.

En esa creación de atmósfera juega un papel crucial Pablo Rosso, director de fotografía de varias de las mejores películas de terror españolas. ¿Cómo trabaja?

Yo ya había trabajado con él en mi corto Behind. Nos citamos por Facebook para tomar café, y cuando se lo conté y me dijo que sí, a mí que soy el fan número uno en España de REC… no podía dar crédito. Pablo tiene una visión muy respetuosa con el director: a mí me gusta diseñar las escenas, incluso en 3D, y él respeta todo ese proceso. Pero desde ese respeto aporta una calidad y una atmósfera especial, no puedo estar más contento con el ambiente de la película. Me interesaba no saturarla de noche, de hecho muchas escenas de terror son de día a propósito de alejarme del cliché. Como espectador, uno empieza a apretar el culo cuando llega la noche y se relaja con las escenas diurnas, y yo buscaba mantener la tensión en lo más alto siempre.

Hay un momento en que la tragedia se humaniza en los personajes de Ramón Barea y Ana Fernández, ¿qué efecto buscaba desdoblar así la historia?

Quería hablar de la incapacidad de superar la pérdida de un ser querido. No son aspectos temáticos premeditados, es una forma natural de prolongar el terror. Me di cuenta de que los personajes pedían esas situaciones, y uno se da cuenta de que ha elegido bien cuando todos empiezan a encajar en el mismo conflicto, dominados por pérdidas que son incapaces de entender. Me interesaba que Daniel (Rodolfo Sancho) y Germán (Ramón Barea) se encontraran en el mismo punto porque se iban a retroalimentar, volcándose emocionalmente el uno con el otro. Y además, dota a los personajes de veracidad emocional, algo clave para que el espectador empatice.

/ TERROR EN THE LAST JOURNO

Rodolfo Sancho es la viva imagen de la devastación, sufre incluso una evolución física a medida que avanza la película. ¿Cómo planteaste su personaje?

Primero quería evitar el momento inicial clásico de la mudanza que enseña ilusión: reduje el espectro de origen y busqué el contraste de los momentos felices, en forma de recuerdos, con la tristeza del presente. Era importante empezar con personajes imperfectos, una familia con problemas en la que nadie tiene claro si se lleva bien con el otro. Independientemente de las voces y la manipulación del ente de la casa, esta familia no funciona y Rodolfo encabeza esa tristeza.

 ¿Qué le falta al cine de terror español para volver a dar un golpe como hizo en su día con REC?

Estamos en ello. Durante una época me daba mucha pena ver cómo este país renunciaba al terror puro, siempre tenía que disfrazarlo de otra cosa, casi siempre drama. Yo soy amante del género puro y quiero pasármelo bien desde el primer momento. Ese fue el gran acierto de REC, su honestidad, ves la pasión tras los cineastas y te das cuenta de que ahí está ese horror sin complejos, visceral. Yo he intentado una película de terror puro, todo el aparato emocional viene por y para generar más horror. Hay que buscar hacer más monster movies, películas de demonios, que generen iconografía o mitología como hizo REC con la niña Medeiros. Malasaña 32 o Verónica han ido en esa línea y han funcionado bien precisamente por eso.

Voces guarda ciertas similitudes con Pesadilla Diabólica (Burnt Offerings), ¿es el momento de revisitar clásicos?

Vi Burnt Offerings a dos semanas de empezar a rodar y me gustó mucho encontrar esas similitudes. Me pareció interesante porque es una película fascinante, la disfruté muchísimo. Hay algo aquí fundamental: los saltos generacionales. La gente más joven no ha visto estas películas, quizá sea bueno acercárselas con versiones nuevas. Insidious, Sinister etc suenan a algo muy nuevo, pero el espectador más maduro las reconoce enseguida. Lo mismo pasó con Scream, que sólo revitalizó los slashers de veinte años antes. Igual con estas películas actuales tipo It Follows con sintetizadores, neones… que parecen novísimas y no son más que reflejos de películas de Carpenter, o Creepshow… Todas las historias se reciclan y siempre es bonito volver a ellas para valorarlas.

¿Quiénes a tu juicio son directores clave si buscas imponer un estilo propio? 

Mi favorito es M Night Shyamalan. Es quien me hizo querer ser director de cine, me fascinó. Con él aprendí que tras una película hay un director, un estilo: puedes reconocerlas y saber que una voz vinculaba todas. También soy fan de Dario Argento, uno de los cineastas más completos, plásticos y con un estilo tan estridente… De ahora, Ari Aster me gusta muchísimo. Y también dos maestros del jump scare, Takashi Shimizu y James Wan, que diría ha bebido de su estilo. Scott Derrickson, Jaume Balagueró…

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