El hijo y el portero

luca zidane real madrid 2019

Un somero vistazo a la prensa deportiva, si es que eso existe, ayuda a componer la menos trascendente de las moviolas a las que el maltrecho Real Madrid actual debería prestarse: el nepotismo. Si Luca Zidane está o no capacitado para ser suplente de Thibaut Courtois es un debate; si su padre, Zinedine Zidane, está en posición de negociar directamente algo así, otro muy distinto. El primer asunto es puramente futbolístico. Courtois es un portero contrastado que rindió sus mejores años en el Atlético de Madrid de Simeone y que en el Chelsea alternó rachas regulares con rachas algo mejores, pero sin parecer nunca ese deseado que salió de LaLiga. Con todo, sentó a Petr Čech. Una oportunidad manifiesta de mercado lo dejó en una situación inmejorable para regresar a España y fichó por el Real Madrid, probablemente el equipo al que menos urgencia deportiva le corría la portería después de encontrar en Keylor Navas al garante de las tres Champions League seguidas -y de la defenestrada Liga 2017-. Este no ha sido, desde luego, su mejor año, habiéndose contaminado directamente del plano nivel general de la plantilla y muy concretamente de una defensa que aun necesitando profunda revisión no parece la línea prioritaria a reforzar durante verano (pese a la ya cerrada incorporación de Éder Militão). La muy versada soledad del portero tiene también estas cosas. A Ter Stegen o De Gea los pueden poner en el disparadero por un error puntual, pero si el equipo no acompaña toda la parte de campo que no cubres -que es como el 85%-, sólo la suerte puede salvarte. Por eso precisamente es atrevido juzgar si un bisoño y nervioso Luca Zidane tiene nivel o no de primer suplente en una portería como la del Real Madrid, cuya sensibilidad ha quedado especialmente expuesta en los últimos años.

🧤 Porteros en The Last Journo


En 15 años en el primer equipo Iker Casillas sólo ganó el trofeo Zamora una vez, las mismas que Roberto Abbondanzieri (Getafe, 2007), José Manuel Pinto y Pablo Cavallero (RC Celta, 2006 y 2003) o Martín Herrera (Alavés, 2000). De hecho, el suyo es el único Zamora del Real Madrid desde 1992: Paco Buyo ha cumplido este año los 61. Nunca sabremos si Jan Oblak (cuya carta de presentación en el Atlético fue un error de cálculo en Champions ante el Olympiacos de Míchel en un partido que acabó con derrota 3-2) habría sido lo mismo sin Godín, Giménez, Savić y por delante de todos ellos, Koke, Saúl, Gabi o Thomas; Claudio Bravo llevaba más de 200 partidos en España pero no ganó el trofeo -con uno de los mejores promedios de la historia- hasta que fichó por el Barcelona de Piqué, Alves, Mascherano y Busquets. En las buenas y especialmente en las malas es donde un portero se hace hombre y a Luca Zidane (tiene 21 años) no le ha dado tiempo a fomentar un debate deportivo sano al respecto. Quizá no lo tenga, porque la historia de la portería blanca atienda a pocas y especiales razones. Lo lastra primero su apellido, como demuestra el cacareo de las tertulias siempre que comete algún error -lo lógico y esperable de alguien que surca su fase de aprendizaje y desarrollo en un entorno como el del Real Madrid-, así como el regocijo de los digitales en mitad de la jungla, ambas lacras y desperfectos de la sociedad de la sobreinformación. Dicho lo cual, y siendo el de portero un puesto tan vinculado a la jerarquía, la seguridad, la experiencia y el resultado inmediato -salvo que surja un verdadero señalado, como aquel Casillas de 18 años-, no parece el escenario más favorable para Luca el afrontar el verano de los cambios (o la revolución) con esa carga extra de responsabilidad administrada por su propio padre. El amor de un padre puede ser incondicional, sus consecuencias no.

El segundo pie del debate responde únicamente a lo administrativo. Zidane ya demostró en su primera etapa en el banquillo que sabe plantear batallas tácticas pero para eso necesita de un dibujo confortable en el que justificar su flexibilidad coyuntural. No es un técnico de grandes decisiones ni aspavientos, como demuestra que su primer gesto al volver al Madrid fuera devolver los minutos perdidos a Marcelo e Isco -favor que no ha recibido Gareth Bale, desconectado todo el año y más fuera que dentro, parece, de sus planes-. Mucho se ha hablado de las garantías y condiciones que el entrenador habría puesto sobre la mesa del presidente para hacerse cargo de un equipo ruinoso, pero más allá de lo excitante y jugoso que siempre auguran las revoluciones no parece que Zidane vaya a tomar muchas más cartas en el asunto de la confección de su plantilla de lo que otros entrenadores del mundo hacen cada temporada. La novedad está en comprobar cuánto de cintura, cuánto de conocimiento del deporte y sobre todo cuánto de psicología deportiva puede aplicar el técnico a sus peticiones. Si es cierto que ha sugerido que su hijo de 21 años y sin demasiada experiencia en la élite debería ser el suplente de Thibaut Courtois, la lectura más rápida y precisa es la siguiente: está en su derecho. Otra cosa será la respuesta que encuentre. Como ha quedado escrito que en lo deportivo parece una decisión de riesgo moderado -salvo infortunio del belga en forma de lesión de largo alcance, lo que obligaría al Madrid a sobreexponerse a la suerte anteriormente comentada-, el pulso es meramente personal. Lo cual lleva a preguntarse obligadamente quién ha sido la persona que ha desvelado esta información, en teoría clasificada, a los medios el mismo día que además se publica y se confirma que el club ha comunicado a Keylor Navas que no cuenta con él la próxima temporada.

Obviamente Zidane no ha vuelto al Real Madrid a hacer lo que hacía ni a tener lo que tenía


Esta sucesión de titulares no es casual. Mínimo dos personas han hecho su trabajo bien aquí: el que habla y el que escucha. Como en periodismo se ha perdido el gusto por lo verosímil y ni contrastar ni citar fuentes cabe en los heterodoxos horarios de la profesión, la noticia de la petición de Zidane a la dirección deportiva se lleva a portada, antes un hueco destinado a lo imponderable. Esto además no quiere decir necesariamente que sea verdad, como ha quedado sobradamente demostrado en la historia. Más bien al contrario, aunque el tiempo hablará por todos. Pongamos que es verdad o al menos no una mentira a sabiendas, es decir, una fake new com propósito político o personal en su difusión. Obviamente Zidane no ha vuelto al Real Madrid a hacer lo que hacía ni a tener lo que tenía. Es de esperar que ponga sus puntos, sus íes y sus fichas donde él crea, con el debido y medido respeto a la institución. Zidane es una persona calmada pero ambiciosa. Profundamente ambiciosa. Su respuesta a la desesperada llamada del Madrid lo legitima para probar todos los límites que se le ocurran. Y podría frustrarle no obtener a cambio la respuesta deseada. Con razón, además. Como advertía Sergio Ramos a Antonio Conte cuando el nombre del italiano sonaba para suceder a Julen Lopetegui, el respeto se gana, no se pide. Bien: Zidane se lo ganó sobradamente. Ahora le tocará calibrar en qué medida el club que le llamó de rodillas está dispuesto a atenderle, a agitar el verano, a afrontar desavenencias técnicas o caras largas a fin de mes con llamadas perdidas de agentes y periodistas bajo mesa. Lo del portero y el hijo parece un buen episodio de esta prueba de resistencia, muy jugoso para el periodismo pero a esta hora del día, no más que una especulación. Quién sabe, de lo contrario quizá Conte deba estar pendiente de nuevo al teléfono este verano durante sus vacaciones en lo lejano.

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