Dos hombres

Ramos y Benzema

Uno empieza a morir de verdad cuando dejan de echarle de menos, que es el punto exacto en el que se encuentra Sergio Ramos. Sería absurdo discutir lo que ha sido para el Real Madrid como nación y para España como accidente geográfico aka futbolístico, porque a este lujo de las selecciones nacionales hace tiempo que nadie les sigue la pista por puro hartazgo de banalidad. Un fútbol de naciones sin soberanía, empaquetadas para el ocio contemporáneo, sin atisbo de beligerancia y en el que de hecho se evitan los enfrentamientos más incómodos es un fútbol de una castidad deshonesta. Un fútbol en el que ya no caben tipos como Ramos.

Que haya jugado cinco partidos en el primer semestre de año y consecuentemente se haya quedado sin Eurocopa es un señuelo de hacia dónde podría encaminarse su carrera. De Ramos se ha glorificado todo, pero especialmente lo mucho que se cuida. No para de cuidarse. Fuera del mundillo se llama vigorexia. Y qué decir tiene que una cosa es cuidarse y otra seguir apto para el deporte de altísima competición, cuestión que, como la muerte, se tiene que abordar a tiempo. No puede sobrevenirle a uno por sorpresa, primero por evitar el trasiego por los estados de duelo -algunos pueden eternizarse- y segundo por respeto al legado.

No es que Ramos no esté para la élite, afirmar tal cosa sería empezar a cavarse uno mismo la tumba en la que podría morir a tres meses vista, y la muerte debería seguir siendo un asunto mayor a pesar de que el precio que le marca hoy el mercado cotiza a la baja. Lo que sí es cierto es que el Madrid ha alcanzado semifinales de Champions y peleado la Liga hasta la última media hora de competición sin él. Y lo que es más llamativo: con Nacho y Militao, dos polizones de una plantilla maltrecha, jugándose las partes blandas en lo más exigente de la temporada. Y viene Alaba, aunque con todo dicho y un rendimiento neto inmediato por descubrir.

Con España le ha pasado similar. Era muy difícil pujar contra la emergencia de centrales como Pau Torres, Laporte y Eric García, aunque el último apenas haya jugado este año con el Manchester City. Lo del primero va a misa, pues aun siendo completamente imperfecto, Pau Torres sigue siendo de lo más fiable que presenta la selección a la Eurocopa. Con horas de diferencia, Ramos e Íñigo Martínez -que se supone habría ido de no haber puesto su lugar a disposición del seleccionador, como contó- aceptaron las vacaciones prematuras, aunque Ramos pueda seguir con el sueño de los Juegos Olímpicos. Porque se cuida mucho. Diego Llorente y Azpilicueta son otra cosa. Hace años que España es otra cosa.

Como este ha sido un año nauseabundo en cuanto a disponibilidad de jugadores -casi sesenta lesiones, sesenta, durante la temporada-, muchos futbolistas del Real Madrid han pasado por momentos similares. En concreto otros dos: Dani Carvajal y Eden Hazard, ambos llamados a haber sido claves para el equipo durante el curso. Quién sabe si en plenitud la 2020-2021 habría sido diferente, aunque la plenitud es un poco como todo. El que no ha fallado ha sido Benzema, el jugador que más minutos de los disponibles (93%) ha jugado con Zidane y que se ha quedado a un paso de batir, a los 33 años, su mejor marca personal. La hazaña le ha valido el indulto de Francia. Y aquí hay que abrir un melón.

Ni Benzema necesita a Francia ni Francia necesita a Benzema, por eso su reconciliación tiene tantas lecturas

Los más jóvenes quizá no lo recuerden, pero hace seis años Benzema fue apartado de la selección francesa porque la federación consideró que un jugador implicado en una investigación sobre un supuesto caso de extorsión no podía representar al país. Ni siquiera había sido juzgado, pero en su marcaje mediático participaron políticos además de todos los actores grises del fútbol francés. En realidad, nadie esperaba que volviera a jugar con Francia antes de que Deschamps o Le Graet -presidente de la federación- desaparecieran del mapa, pero así ha sido. Y contra todo pronóstico, también, las partes han llegado a un entendimiento adulto formal. Debe ser un caso único en el fútbol moderno: una superestrella que renuncia a miras de divinidad para reconciliarse con quienes lo quisieron destruir para dar ejemplo -una perversión de la dimensión social de este deporte que dice mucho del signo de los tiempos que vivimos-.

Ni Benzema necesita a Francia para absolutamente nada ni parece que Francia haya necesitado a Benzema durante estos seis años, teniendo en cuenta que incluso ganaron un Mundial sin él. Por eso es todavía más interesante detenerse a leer este caso, el de un jugador que hace las paces con su pasado, que se lanza otra vez a la superélite y que no renuncia a seguir intentando ganar. No sabemos si se cuida mucho -tampoco sabemos quién es su representante-, pero con 33 años y medio va a jugar la Eurocopa 2020 -a la que no sabemos si habría ido de haberse celebrado el año que tocaba-. Pero en todas sus explicaciones y entrevistas hay un orden establecido entre la humildad y el sacrificio que denota que Benzema es definitivamente la estrella que muchos se han negado durante años a ver.

Entre Ramos y Benzema hay un abismo a día de hoy. Del Madrid la mayoría se va al trantrán, mascullando, dando puntapiés a la arena, señalándose las cicatrices. No sabemos cómo se irá Ramos, pero sabemos cómo se fueron Hierro, Raúl, Casillas o Cristiano por mencionar cuatro. Y tampoco sabemos cuál será el último servicio de Benzema, pero por lo pronto tiene la renovación sobre la mesa. Como Luka Modric. Pensaba que no había nada peor que la añoranza de lo vivido hasta que descubrí la añoranza de lo que se está viviendo, que es justo lo que ocurre con Benzema y Modric, a quienes descontamos días en directo con una tensión de nostalgia viajera en el tiempo. Y eso que dicen que una madre es lo único que parece insustituible hasta que conoces lo que abarca un hijo. Pero la certeza en tiempo real de que algo se acaba pesa tanto como cualquier cosa.

Raiola Networks

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