Al mundo del fútbol se le ha desparramado un mito: el del Manuel Pellegrini ganador. Y se le ha presentado, tras una ominosa metamorfosis, una mariposa enorme, parda y peluda que es la del Manuel Pellegrini chulesco y categórico. Un Pellegrini que alardea de lo intangible pero que sin embargo acude a la estadística para defenderse: una estadística anecdótica. Ha sido en El Mercurio, medio al que ha concedido una entrevista recogida con adversativas en España. Lo importante ha quedado entre líneas unas veces, y sobre la carátula otras, como cuando rasca bajo la verdad de su carrera y celebra más no haber ganado que sí haberlo hecho. Aquí es clave hacer la distinción mayoritaria por la que cabe distinguir a los denominados entrenadores de élite: hay unos que son ganadores, y otros que son campeones. Los primeros se otorgan el título en función de lo que consideren y se autoproclaman dueños de su carrera y de la verdad de esta. Es exactamente lo que hace Pellegrini: “Vivo de mi exigencia personal, del reconocimiento que tengo en cada uno de los clubes en los que he estado. Si hubiera sido campeón con el Madrid, no habría dirigido nunca a Málaga, y esa fue la decisión más importante de mi carrera, en lo que fue formar un club completo y llegar a lo que llegamos. Eso para mí es mucho más que un título en el Madrid”. Los segundos, los entrenadores campeones, se cuentan con los dedos de una mano y un par de dedos de la siguiente mano, y son por los que habla la historia y el palmarés, indistintamente de las consideraciones que ellos mismos y su prole mediática pueda tener que ellos.
En este selecto grupo, por supuesto, han entrado dos técnicos contemporáneos antagónicos, José Mourinho y Josep Guardiola, a quienes Pellegrini hace referencia en distintos términos. No es difícil imaginar cuáles. Pero lo realmente portentoso, sacudamos la batallita, es que Pellegrini quiera distinguirse por su gran año en Málaga –que lo fue-, tras hacer el ridículo con el Real Madrid en lo que él, sin embargo, recuerda como “la mejor campaña de su historia hasta ese momento”. Pellegrini fue, para los más jóvenes, el técnico del 4-1 global ante el Alcorcón en la primera ronda de Copa del Rey –a doble partido, incluyendo una vuelta en el Bernabéu para nada planteada en busca de una remontada- o de la caída, también en casa, ante el Lyon antes de que precisamente Mourinho devolviera al Real Madrid –sí, con sus tres semifinales consecutivas- entre los equipos europeos a temer una década después. Algo mejor fue aquel año en Liga, donde quedó segundo: plaza que también reclama con ese obtuso “la mejor campaña de su historia”. Pellegrini no sobrevivió a una vigilancia mediática brutal: pero sería injusto para con la historia que fueran más recordadas las portadas de Inda que el Alcorconazo. Esa herramienta el ingeniero la sitúa bien, cuando habla de Mourinho en Inglaterra: “cuando gana, la prensa va con él”. Sin embargo, sorprende que aplauda su año en blanco en Madrid después del desmesurado gasto en fichajes (318 millones en Cristiano Ronaldo y cía) y luego valore su triste segunda temporada en Manchester en función del dinero: “Hicimos una Premier normal (…) no es una excusa, pero no teníamos por qué ser los favoritos cuando Chelsea, Liverpool, Arsenal y Manchester United pudieron gastar lo que querían”.
Tras un ‘pero’, dicen, va siempre lo que piensa uno de verdad, y hasta un proverbial estratega de la palabra como es Pellegrini puede caer dentro de una misma entrevista en contradicciones conceptuales insostenibles. Vuelve a Mourinho: “Cuando gana, quiere sacarle provecho a todo”. Claro. El que no puede sacarle provecho a ganar es el que no gana. Y él mismo lo reconoce: “las estadísticas son mi evaluación”. Las estadísticas o lo que él diga. Al final queda la sensación de que Pellegrini pierde tanto tiempo defendiéndose que a medida que se le van acabando las defensas, sale de él un hooligan como otro cualquiera, no mucho peor que los que atribuye en el gremio. Aunque la entrevista es extensa y está enmarcada dentro del viaje de su Chile natal por la Copa América que organiza, todo se resume a lo que cuenta cuando explica que España asumió su estilo en Villarreal y, lo más importante, el tatachán a ese párrafo: “Lo que hice en Villarreal fue mucho más grande que un título. Fui a Villarreal y logré lo que nunca había logrado nadie, ni lo va a volver a lograr nadie”. Conocíamos al Pellegrini del Alcorconazo, al mejor segundo, al que se escudaba en que su equipo no podía gastar tanto como otros y al Pellegrini conformista y rácano: pero este Pellegrini perdedor, altanero, orgulloso de nada y vendehúmos lo hemos descubierto -aunque algo sospechábamos- en verano. Qué curioso, ahora que lo pienso: fuera de su labor de entrenador de fútbol.