Barbie andrófoba

Barbie 2023

¿De qué va la película del verano?  De un grupo de hombres luchando contra una dictadura fascista. Lo que vale tanto para Oppenheimer como Barbie. En Oppenheimer son unos físicos judíos geniales contra Hitler, el nazi resentido y descerebrado que los quiere exterminar. En Barbie, son muñecos de toda raza y condición social que son esclavizados por una muñeca supremacista hipersexualizada y más tonta que un botijo. Fijémonos por ahora en la Führer de la Utopía Rosa Chicle.

Fue Platón el que introdujo en la República la igualdad esencial en cuanto a naturaleza humana entre hombres y mujeres. La narradora de la película de Greta Gerwig afirma que nada de Platón: el feminismo fue gracias a la introducción de la muñeca Barbie en los juegos de las niñas, que pasaron de jugar a cuidar bebés a vestir, maquillar y, en general, poner guapa con vestidos preciosos a una muñeca con tendencia a la anorexia.

Gerwig parece no saber nada de primatología y del hecho de que las crías hembras de chimpancé también prefieren juguetes inequívocamente femeninos. Si les das un palo a las chimpancés lo más probable es que jueguen a que es su bebé, mientras que si les das el mismo palo a un chimpancetito lo más seguro es que trate de rompértelo en la cabeza mientras se parte de risa (Frans de Waal, Diferentes: Lo que los primates nos enseñan sobre el género, Tusquets, 2022). Sobre preferencias diferentes entre sexos humanos, ver Simon Baron-Cohen et alii. Sex differences in human neonatal social perception. Infant Behavior & Development 23 (2000) 113–118).

Lo que predomina en Barbie es la androfobia: los hombres son subordinados en todos los órdenes a las mujeres. Gerwig plantea un juego de suma cero entre los sexos

La gran diferencia entre Platón y Gerwig es que Platón planteaba que los hombres y las mujeres eran iguales en cuanto a su naturaleza filosófica, a pesar del dimorfismo sexual en físico y preferencias, por lo que las mujeres podían hacer lo mismo que los hombres ya fuese en la clase superior de los gobernantes o en la inferior de los trabajadores. Sin embargo, en el universo feminista de Barbie lo que predomina es la androfobia: los hombres son subordinados en todos los órdenes a las mujeres que son las únicas en tribunales, premios Nobel… Mientras que para Platón cabía una suma positiva entre hombres y mujeres, lo que llevó a la práctica permitiendo mujeres en su Academia, Gerwig plantea un juego de suma cero entre los sexos, lo que lleva a humillar y destruir a los hombres para hacer triunfar a las mujeres. En la primera secuencia en la que aparece el esclavo personal de Barbie se le define como si fuera un siervo: «Ken solo tiene un día excelente si Barbie lo mira».

El culto a la personalidad de Barbie en su paraíso rosa chicle es solo comparable al de Hitler y Stalin. Barbie es una supremacista androfóbica que combina un narcisismo infantil con un sadismo primario, todo ello adobado con una sonrisa tan brillante como falsa, al estilo del Joker o el Oso Lotso (véase Toy Story 3, el reverso luminoso de Barbie, para comprobar como un paraíso de dibujos animados puede ocultar un infierno de autoritarismo represivo).

En cuanto Ken demuestra un atisbo de independencia, Barbie lo rechaza revelando el sustrato de la tríada tenebrosa: psicopatía, narcisismo y maquiavelismo

En cuanto Ken demuestra un atisbo de independencia, un gesto de personalidad, un momento de iniciativa (sin más recurso que su capacidad de convencer al resto de siervos y siervas del cortijo de Barbie), Barbie lo rechaza revelando el substrato de tríada tenebrosa (psicopatía, narcisismo y maquiavelismo) tras su sonrisa prefabricada a mayor gloria de Dentadent. «No quiero que estés aquí. Esta es la Casa de los Sueños de Barbie, no de los Sueños de Ken, y será así todas las noches, hasta el fin de los tiempos». «¡Noche de chicas, noche de chicas, noche de chicas!» gritan a coro su corte de frenopáticas que harían las delicias de Charles Manson.

Pensar en la muerte hace que Barbie despierte de su sueño alucinado con tintes LSD. La muerte que nos iguala a todos, seas Barbie o Ken, mujer u hombre. El viaje de Barbie al Mundo Real es al país de la Muerte, es decir, donde impera el principio de la realidad y no una fantasía onanista de una anorgásmica con un clítoris tan inexistente como la celulitis. Un Mundo Real donde las mujeres están en igualdad de condiciones de los hombres (hay médicas y las chicas se dedican a estudiar en lugar de pintarse las uñas todo el tiempo) e impera la cultura del mérito sin que importe tu estructura cromosómica y de gametos.

Mattel ha convertido a la muñeca considerada como un símbolo del fascismo capitalista por generaciones de ultrafeministas en una lesbofeminista y luchadora woke para una sociedad deconstruida y violeta

Tras la vuelta a Barbielandia de vuelta del Mundo de la Realidad, los hombres se rebelan contra su sometimiento pero sin un atisbo de violencia, simplemente hablando, argumentado y convenciendo a todos y todas. Kent les revela su experiencia más sublime de reconocimiento tras el desprecio sistémico que había padecido:  «Una mujer me pidió la hora». Y cuando las chicas del mundo real que acompañan a Barbie le cuestionan la asimetría sexual en la discriminación de los hombres, Barbie responde como si fuese obvio:

«–¿Dónde viven los Ken?
-No lo sé. Nunca lo había pensado»

Por otro lado, sucede que cuando las mujeres toman decisiones por su cuenta y no obligadas por ese Ministerio de Igualdad andante que es Barbie llegan a tomar decisiones como las que suceden en los países más feministas, donde las mujeres a pesar de todo el lavado de cerebro made in Simone de Beauvoir eligen carreras sanitarias y educativas en lugar de ingenieriles e informáticas.

Hay que aplaudir la astucia del departamento de marketing de Mattel. Ha convertido a la muñeca considerada como un símbolo del fascismo capitalista hetero-normo-patriarcal por generaciones de ultrafeministas (les encantan a las seguidoras de Judith Butler las expresiones churriguerescas), en una lesbofeminista concienciada y luchadora woke para una sociedad deconstruida y violeta.

Monique Wittig está vomitando donde quiere que esté, pero Walt Disney, el mayor corruptor de jóvenes del planeta junto al Che Guevara, estará sonriendo desde su ataúd criogénico. Sin embargo, la fascista aunque se vista de concienciada feminista en fascista se queda, y si Barbie era una dictadora implícita ahora saca a la luz el tenebroso hedor dictatorial del putrefacto rosa chicle con el que ha devastado el gusto por los colores de varias generaciones de niñas.

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