Cristiano Ronaldo y el resto

Cristiano

Hay dos tipos de futbolistas de leyenda: los que te hacen ganar cosas y los que te hacen estar en posición de ganarlas. Cristiano Ronaldo ha tenido bastante de ambas durante su carrera independientemente de quién le acompañara: pero ha sido en sus años como estandarte de la selección de Portugal donde se ha revelado como uno de los mejores delanteros europeos de la historia, si no el mejor. Más allá de sus a menudo cuestionables porcentajes de acierto de cara a portería –que también hablan de su voracidad-, está la cantidad de veces que ha goleado cuando ha hecho falta. Con sus clubes, Manchester United y Real Madrid, equipos en disputa de todos los títulos vivos y siempre temibles en competición europea, ha estado además rodeado de los mejores casi sin excepción. En su país, sin embargo, se ha visto solo prácticamente todas las veces que se le ha requerido, especialmente desde la retirada internacional de los Simao, Deco, Luis Figo, Pauleta o Rui Costa, con quienes coincidió en periodos variables pero cuya importancia ha ido asumiendo y cargando con incuestionables resultados.

Tan necesario en la construcción como en la destrucción, igualmente temido y perseguido, Cristiano ha demostrado durante la Eurocopa de Francia el porqué de los elogios y las críticas. Por cada apóstata hay cien fieles, por cada catástrofe, mil milagros. Por cada micrófono a un lago, un puñado indigesto de goles. Aparece en lo más alto de todas las tablas que recogen datos relevantes: partidos, participaciones, tantos. El fútbol de Portugal hace muchos años que recae en él, como ha demostrado el flexibilizado plan de Fernando Santos a lo largo del torneo jugando con su posición: de nueve puro casi siempre –algo forzado sin duda por su justa condición física- y de delantero libre dentro y fuera del área cuando las estadísticas se atragantaban con los envíos largos que no llegaban a nada, como durante gran parte de los encuentros ante Hungría y Gales –los dos en los que marcó-. Pero su trascendencia en el juego sólo se entiende a través de su trascendencia en el fútbol de su país en la última década. Ninguna de las clasificaciones de Portugal para los grandes torneos desde 2003 ha sido ajena a su voluntad.

Se observa a primera vista que de sus 61 goles internacionales, más del 77% han sido en partidos oficiales (29 en Eurocopas y 18 en Mundiales). Ha marcado más goles en fases clasificatorias para Mundiales (15) que en amistosos (14). Y de todos los grandes goleadores contemporáneos de las selecciones más destacadas del mundo, sólo el camerunés Samuel Eto’o presenta mejores cifras a estos respectos. Condicionados por fases clasificatorias más cortas en su confederación, los rivales sudamericanos (Neymar, Messi, Alexis Sánchez, Luis Suárez…) ni le rebaten esta relevancia en los partidos señalados. Ni Ibrahimovic, ni David Villa, ni Klose: no hay nueve de los a veces mal llamados puros que sea comparable. La alevosía goleadora de Cristiano Ronaldo le pondría a la altura de los mejores nueves europeos de siempre si no fuera porque probablemente estemos hablando ya ante él, como también ha demostrado la prisa que se ha dado en superar con su equipo a mitos reales como Puskas, Raúl o Santillana –dando a Di Stéfano por argentino, aunque representara a España en su época como jugador-. Lo fascinante es que pasan los seleccionadores (van cuatro), los años (va a hacer trece) y los compañeros, y él sigue liderando la competitividad de una Portugal que, sin hacer nada como dicen los entendidos, está en todas simplemente porque le tiene a él.


Foto: foxsports.com

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