La revenge movie de 2020 es española y llegará a los cines con el cambio de estación, detalle nada menor teniendo en cuenta cómo Bajocero (Lluís Quílez) impone su exquisita ambientación a un texto, más acostumbrado en la memoria, sobre justicia y redención. En Bajocero el recorrido del antihéroe es trágico, descarnado y a tumba abierta. Sin concesiones. Como parece correspondería a un thriller con todos los ingredientes servidos y sin trucaje: un furgón de presos trasladados de noche es asaltado por una misteriosa figura que desafiará a la mismísima autoridad -la policía- para completar su misión subjetiva.
El laberinto psicológico en el que se pierde cada personaje según sus circunstancias arroja múltiples lecturas que aumentan debates tan antiguos como el frío. Por ejemplo, cada uno de los presos está encerrado por un motivo en gradientes perfectamente delineados para que el espectador elija favoritos enseguida entre políticos corruptos, drogadictos, asesinos, proxenetas o ladrones. Son los tiros al aire del sistema, componentes de una anomia y marginalidad tan complejos que la privación de libertad -no así de identidad- parece la única solución a su inadaptación. De ahí que la autoridad representada tenga que trasladar cierto equilibrio tirante, a fin de trabar esa empatía con los que son objetivamente los malos de la película desde que empieza.
Sin embargo, un volantazo en mitad de la noche abre otro dilema, el de la justicia deficiente. Y por adición: ¿es la desesperación un viaje de ida y vuelta? Cuando irrumpe Karra Elejalde en Bajocero, los roles de policías y ladrones son casi indistinguibles, pues quedan a merced de una fuerza superior que el hombre no siempre sabe traducir: la ira. Ni siquiera la balanceada actitud de Javier Gutiérrez (el poli bueno) llega para que el personaje de Karra ceje en un empeño primitivo de saciar su venganza. El paralelismo con la Cold Pursuit de Hans Petter Moland de la temporada pasada es razonable; y alguien que pasa en un año de Unamuno a Liam Neeson es desde luego una personalidad a considerar.
La naturalidad con que Karra se enfunda en papeles de personajes con convicciones siempre añade un plus inconfundible a las películas en que participa. En Bajocero, el periplo de presos y policías desde que asalta la noche parece el reflejo de un monólogo interior que acaba en maltrato, huida, persecución y queda rematado en un clímax de impacto con todos los altibajos que un thriller de esta crudeza puede soportar. Ni que decir tiene de la salvaje revelación final, la última licencia instintiva de un Quílez que ha filmado, en definitiva, una de las grandes películas del año sobre el desamparo social y la subversión más genuina.
Valoración
LO MEJOR : Principales y secundarios bordan papeles muy diversos con actuaciones convincentes, humanas y tremendas, en ocasiones casi surrealistas. Impecables fotografía y montaje.
LO PEOR : Si bien el preludio de la película es lo suficientemente violento, la escalada en el tono es anticlimática por momentos, aunque no afecte gravemente al resultado final.