La primera jornada de clasificación para el nefasto Mundial de Qatar en Europa ha dejado tres imágenes de una importancia no menor, dados el contexto social y el momentum deportivo en el que se encuadran. Países Bajos, Alemania y Noruega lucieron antes de sus encuentros camisetas con diferentes mensajes en apoyo a los Derechos Humanos, intención llana y aparentemente desubicada que, no obstante, está estrechamente ligada con la rampante, sistemática y desoída transgresión de estos derechos en el país organizador del Mundial de 2022.
La ausencia de literalidad en los mensajes está largamente explicada por los cuerpos jurídicos de la UEFA, organizadora de la fase de clasificación, y también de la FIFA. Estos rechazan categóricamente cualquier manifestación de carácter no deportivo durante el transcurso de un evento -en concreto exige neutralidad-. Tales apreciaciones están recogidas en los Códigos Disciplinario y Ético de la FIFA -bajo sanción- y también de la UEFA, que regula directamente en sus estatutos.
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Para explicar que posicionarse a favor de vigilar los Derechos Humanos «dentro y fuera del campo» (como rezaba el eslogan en las camisetas de calentamiento de Noruega) sea interpretado como un mensaje de naturaleza política hay que remontarse a los mensajes que las federaciones implicadas han lanzado en las últimas semanas, tras el último reportaje publicado por The Guardian en el que se actualizaba la cifra de trabajadores fallecidos -esclavos- en las obras para el Mundial de Qatar, situándola en 6.500.
Algunos clubes profesionales noruegos -entre ellos Rosenborg, Tromso o Viking- encabezaron las protestas a comienzos de marzo, llamando directamente a boicotear el torneo y elevando el debate a la federación nacional. Su presidente, Terje Svendsen, rechazó el boicot pero aclaró que la postura oficial de la federación no respalda la adjudicación del Mundial a Qatar. Como resultado, la selección nórdica usó las camisetas de calentamiento antes de sus encuentros ante Gibraltar y Turquía, prolongando la protesta y de paso sorteando una posible violación de los estatutos de UEFA y FIFA.
Más literal es el posicionamiento de Países Bajos, que lució una camiseta con el lema ‘Football supports change’. Es en la propia página web oficial de la federación neerlandesa donde queda clara la vinculación del mensaje con el Mundial de Qatar: «Desde 2010, la KNVB ha expresado su oposición a la organización del Mundial en Qatar. Las condiciones de los trabajadores inmigrantes en el país son terribles, pero un boicot no es la mejor respuesta. Las organizaciones de Derechos Humanos coinciden en que el boicot implicaría que los trabajadores contratados en el país perdieran sus ingresos, comprometiendo los progresos conseguidos hasta la fecha. En su opinión, lo mejor es usar el Mundial para ejercer presión diplomática sobre las autoridades para reivindicar reformas».
Por último, Alemania expresó su postura posando con camisetas que conformaban las palabras ‘Human Rights’. Leon Goretzka, jugador del Bayern de Múnich titular en dicho partido, despachó la sombra de ambiguedad sobre esta acción en declaraciones a RLT tras el partido: «El Mundial se acerca y habrá muchas discusiones sobre ello. Queremos demostrar que no somos ajenos: nosotros mismos escribimos las letras, sabemos de nuestro alcance y queremos utilizarlo como ejemplo de los valores que defendemos».
La importancia de estos tres momentos no sólo reside en que hayan tenido lugar recién iniciada la fase de clasificación para Qatar 2022 o que hayan estado concentradas en un lapso de apenas tres, cuatro días: son también las expresiones más contundentes de rechazo a las condiciones de los trabajadores -aunque la problemática es mucho mayor, Qatar también es un país eminentemente homófobo y racista- que se le conocen al fútbol profesional directamente implicado en este torneo.
Más allá de su simbolismo, estas tres manifestaciones son las más contundentes que se le conocen a día de hoy al fútbol profesional contra Qatar 2022
Por supuesto que se puede ejercer una oposición mucho más obvia y frontal al torneo, negándose a participar en él o donando las primas cobradas por jugarlo como han sugerido algunos detractores de estas imágenes. Sin embargo, no corresponde a los jugadores ni a las federaciones de fútbol legislar sobre las condiciones laborales en los distintos países y el tremendismo moralista tiene un cáracter marcadamente individual, por lo que como sociedad sería tan importante exigir acciones a los agentes de la competición como coordinar constantes movimientos de rechazo, que por ejemplo impregnaran a las grandes ligas del mundo. Incluso como consumidores de ocio nuestra responsabilidad al respecto es capital.
Desde su elección en diciembre de 2010 como sede, Qatar ha lidiado con innumerables acusaciones no sólo sobre las condiciones de sus trabajadores, reformada en parte gracias a la presión de la Organización Internacional del Trabajo, que logró que un porcentaje -insuficiente- de los trabajadores fueran liberados del sistema Kafala, una suerte de esclavismo moderno sistemático. También ha generado titulares relacionados con la corrupción global del fútbol: la investigación -interna y también a través de procesos paralelos en Estados Unidos y Suiza- de los agentes implicados en la elección del Mundial derivó en la desintegración de la vieja FIFA y provocando, entre otras cosas, la inhabilitación en 2015 de Joseph Blatter, presidente de la organización desde 1998.