En 1991, Albert Bunjaku era todavía una estrella emergente del fútbol kosovar que fue llamado a filas por el Ejército Popular Yugoslavo (JNA) para luchar por Vukovar durante la guerra de independencia croata y como parte de la sucesión de conflictos que acabó desintegrando a la antigua Yugoslavia. Por entonces, Bunjaku jugaba en la segunda división de su país, lejos todavía de ser una realidad nacional reconocida. Acosado por las posibles represalias que le acarrearía faltar a esa responsabilidad, Bunjaku retocó su apellido cambiando la última letra y pasando a ser Albert Bunjaki desde entonces. Partió a Suecia y allí afrontó su sueño de realizarse como profesional del fútbol: primero como jugador y después, como entrenador. Bunjaki ha sido siempre parte activa del proceso de reconocimiento y aceptación -con reservas- de Kosovo como integrante oficial del planeta fútbol: en 2009, un año después de independizarse de Serbia y de la primera aproximación a la FIFA, se puso al frente de un combinado nacional sumido en el anonimato cuyos resultados ni contaban ni apenas figuraban.
Desde aquella posición semiclandestina, Kosovo y Bunjaki siguieron construyendo hasta que en mayo de 2016, finalmente fue reconocida, junto a Gibraltar, como nueva nación oficial. El miembro número 210 de la FIFA ya era una realidad. Sin embargo, la singularidad del joven conflicto balcánico todavía rinde disciplina a exóticas condiciones, como la de evitar jugar contra Serbia -que boicoteó su reconocimiento hasta en dos ocasiones-. Un mal menor teniendo en cuenta que todavía en 2014 Kosovo tenía prohibido enseñar su escudo, su bandera o escuchar su himno en los amistosos que completaba por el mundo. Todavía hoy no tiene estadio propio en el que disputar los partidos como local, dado que el principal del país no cumple los requisitos. Así recuerda Bunjaki de dónde vienen y así planea hacia dónde van:
P – Supimos por esta revelación que hace unos 25 años cambiaste tu apellido para huir del JNA: ¿Preferirías pasar a la historia como Bunjaki o como Bunjaku?
(Ríe) Ahora no es lo importante si me apellido Bunjaki o Bunjaku. En todos mis documentos aparece Bunjaki y lo dejaremos estar así durante un tiempo. Hace ya muchos años pensé que cambiando una única letra de mi apellido me protegería de alguna manera, pensando sobre todo en la situación política y las guerras yugoslavas de los 90.
P – Yugoslavia fue capaz de hacerse respetar e incluso de ganar con croatas, serbios o kosovares jugando bajo una misma bandera. Sé que esto va más allá del fútbol, ¿pero cómo evalúas el potencial de todos por separado?
Por supuesto que la antigua Yugoslavia logró tener un gran poder no sólo en fútbol, sino también en otros deportes. Es normal que su disolución debilitara el potencial de las naciones por separado, pero todos los países independizados y resultantes de esta separación han ganado en otros aspectos. Son muy patriotas, defienden con mucha pasión a sus selecciones.
P – La incorporación de nuevos equipos al mapa de la FIFA es siempre interesante. ¿Qué tiene Kosovo para ofrecer al exigente mundo del fútbol de selecciones?
Tenemos un equipo realmente joven, de 22 o 23 años de media: nuestro primer objetivo es establecernos como grupo y aprender a coordinar nuestro fútbol. Y la idea de cara a la próxima fase de clasificación, para la Eurocopa de 2020, es superarla y jugar el torneo. Estoy convencido de que lo haremos, además.
P – En apenas un año ya habéis disputado partidos oficiales con Turquía, Ucrania o Croacia. ¿Qué habéis aprendido de estos enfrentamientos?
Llevábamos sólo seis meses como selección oficial y ya dimos buena imagen ante países que venían de jugar la última Eurocopa. Estamos en un grupo muy difícil, pero con algo más de suerte podríamos haber conseguido algún resultado mejor. En este momento nos preocupa sobre todo asegurar el equipo, estamos convencidos de que después vendrán los resultados. Un empate con Finlandia ya es algo bueno. Tampoco ayuda que no podamos jugar de locales en Kosovo, hace las cosas más difíciles aún. Intentamos crear una identidad de juego basada en nuestra propia creatividad, no en destruir el juego del rival, pero sabemos que en ocasiones será lo que tengamos que salir a hacer. Kosovo es un equipo fluido: circulación rápida, calidad individual, movimiento sin balón…
P – Tú eres un veterano de la causa: seleccionador desde 2009, cuando Kosovo jugaba a escondidas. ¿Cómo has vivido este proceso?
Consolidamos al equipo hasta septiembre del pasado año, que fue cuando empezamos a competir. Para entonces, ya teníamos controlados alrededor de 300 jugadores. Después, en los seis meses siguientes, hemos incorporado a 18 jugadores de los cuales entre el 80 y el 90% ya estaban con otras selecciones, en categorías inferiores o absolutas. Hemos localizado jugadores, reunido un equipo, y ahora estamos en la fase de construir una selección como tal. Creo que está yendo muy bien, pese a que ya nos ha tocado jugar contra países en el top 15 o top 25 del fútbol mundial.
P – ¿A quién debe más Kosovo como parte de las conversaciones entre vuestra federación y el Comité Ejecutivo de la FIFA?
Ha sido un proceso muy largo de lucha por los derechos humanos. Por supuesto hay muchos nombres que han desempeñado papeles cruciales, pero sobre todo me gustaría mencionar al presidente de la federación, Fadil Vokrri, que nunca dejó de creer y trabajar hasta lograr el objetivo. También a los amigos Sepp Blatter, Michel Platini o Armand Duka (presidente de la federación de fútbol de Albania), entre otros muchos. Después de declarar nuestra independencia en 2008 y de que nos reconociera el Comité Olímpico creció la presión sobre la comunidad deportiva mundial. Sin embargo, no estaríamos aquí si realmente no hubiera voluntad de cambio entre los miembros de UEFA y FIFA, ni sin el compromiso y contribución del presidente de nuestro fútbol.
P – Hasta mayo del pasado año no empezasteis a competir sumando puntos oficiales. ¿Demasiado tarde?
Nunca es demasiado tarde. Aunque no hay duda de que las consecuencias de 25 años de aislamiento han tenido un impacto negativo sobre Kosovo, especialmente en infraestructuras de desarrollo que creo debería haber sido respaldada por las organizaciones internacionales, responsables de una forma u otra de las dificultades por las que atravesó el país y que todavía sufre. Sin embargo, insisto: nunca es demasiado tarde si hay voluntad de recuperar lo que estaba perdido, aunque haya sido en el último momento. La mayoría de la gente en Kosovo ama el deporte y eso me da esperanzas de cara al futuro.
P – Recuerdo que 24 de las 52 naciones UEFA votaron en contra de vuestra incorporación. ¿Cómo explicáis esta reticencia? ¿Sabéis o sospecháis los nombres de los opositores?
Creo que es mejor recordar que la mayoría votó a favor de la entrada en la UEFA y la FIFA: sobre todo decidirlo ejerciendo el derecho democrático a voto fue algo que nos hizo felices. También sé que nuestra federación mantiene buenas relaciones con todas las federaciones europeas, sin importar lo que votaran ese día. No importa quién votara en contra: lo importante es que la mayoría votó a favor.
P – Jugadores del tipo Xhaka o Shaqiri pudieron ser internacionales por Kosovo antes de la Eurocopa de Francia. ¿Qué planes tenéis para quienes todavía puedan?
Xhaka, Shaqiri o Cana pudieron jugar con nosotros hasta el cambio de reglas posterior a la Eurocopa. Desde entonces, ningún jugador que haya sido ya internacional absoluto con otro país puede cambiar. Entre los que todavía pueden ser internacionales con nosotros está Adnan Januzaj, quien a pesar de que sigue siendo ignorado por Bélgica es muy querido entre la gente de Kosovo y tiene abiertas las puertas de la nuestra selección de par en par.
P – ¿Cómo atrae Kosovo a este tipo de jugadores entre dos nacionalidades?
Hemos intentado convencer a algunos grandes talentos albaneses de representar a su país de nacimiento. Aquí mencionaría a Celina, que viene de Noruega; a Rashica de Albania, Zeneli de Suecia, Avdijaj de Alemania… Todavía estamos en construcción. En el último partido sumamos a otros tres futbolistas: Besart Berisha, que había sido internacional con Albania, el propio Avdijaj que podría haber elegido a Alemania o a Albania pero decidió venir con nosotros, y Atdhe Nuhiu, que había jugado con la sub-21 de Austria y de hecho todavía podría haber sido internacional absoluto con Albania. Pero confió en nuestro proyecto. Sencillamente seguiremos tratando de construir nuestro equipo y de convencer a jugadores de unirse a nuestro grupo. Todos ellos saben lo que significa poder llevar la camiseta de Kosovo, y la llevan con gran honor y responsabilidad.
P – El mismo día que Kosovo -y Gibraltar- entraron en la UEFA, fue nombrada también la primera mujer de su Comité Ejecutivo. ¿Percibes, de tu lado, que algo está cambiando en el fútbol europeo?
Siempre se puede ir a más y a mejor. El mundo ha hecho mucho por los menos favorecidos, por la igualdad de género y por todos los desafíos que ha enfrentado. El fútbol puede ser un buen ejemplo, dar esperanza allí donde hay desesperación, dar luz donde hay oscuridad. A mí me hace feliz que aquello ocurriera el mismo día de nuestra aceptación como federación miembro, aunque por supuesto lo nuestro no tuviera que ver. Estos cambios son algo de lo que estar orgullosos.
P – Pero el racismo o la xenofobia siguen perteneciendo a la problemática real de fútbol del continente. ¿Percibes que la FIFA esté realmente combatiéndolos?
Creo que debemos ser muy enérgicos y seguir educando e informando a la gente. Es una responsabilidad que recae sobre todos nosotros: entrenadores, jugadores, equipos y afición, todos los que hacen la UEFA y la FIFA. Todo el mundo debe poner de su parte: los pequeños cambios siempre abren el camino a otros más grandes. Y tenemos que aprender a vivir y trabajar juntos y respetar siempre al otro.
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Esta entrevista fue solicitada vía correo electrónico por primera vez el 15 de marzo de 2017 y recibida el 2 de abril; es de justicia agradecer su disponibilidad y diligencia a Diturie Hoxha, parte del departamento de prensa de la federación de fútbol de Kosovo.
Foto de portada: neweurope.eu