Una hostia a tiempo

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Fijaos si puede llegar a ser España un país abierto y occidental que de cuando en cuando nos arrimamos unos pocos el hombro a otros para convenir lo necesario de la violencia exquisita: esto que a simple vista puede resultar una cruenta paradoja cuando no una contradicción natural no es más que una expresión fina de cómo el hombre cada vez tiene más complicado eso de convencer a los demás de lo que a veces le cuesta convencerse incluso a sí mismo. De ahí la proliferación de líderes. Existe un youtuber ahora -los youtubers son personas que toman por imbéciles a otras personas antes de hacerse ellos la prueba-, cuya carrera se resume en grabar lo que él llama bromas de cámara oculta. Tiene medio millón de suscriptores a su canal. Su refinado repertorio abarca desde insultar a viandantes o trabajadores hasta acosar a chicas con el parapeto del humor, lo que finalmente le ha enseñado la puerta abierta a una realidad que no esperaba. La agresión por parte de una de sus víctimas, quien tras varias amenazas después de ser insultado finalmente abrió la mano entera y la lanzó contra la mejilla izquierda del chaval -aunque éste, en su denuncia, enseñó la derecha: cosas de la fama-, es un difícilmente justificable acto de violencia que el muchacho ha denunciado, dice, convenientemente para que al señor en cuestión se le quiten las ganas de repetirlo. A veces funciona, y se me ocurre por ejemplo la practicidad ya solamente de la amenaza materna zapatilla en mano una vez habías probado la suela en la nalga. La verdadera cuestión es si a él se le habrán ido las de seguir haciendo el idiota: decía Luther King que la violencia crea más problemas de los que resuelve, aunque por lo pronto al youtuber le conocen más que ayer. Esto puede seguir animándole a atacar por su cuenta, convertirlo en un martirizado lobo solitario de la necedad. Otro de esos tantos indeseables a los que, cuando alteran un poco el ritmo normal de la rutina e intoxican sus ya de por sí odiosas raíces, hay que entender.

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