Un vistazo al presente

Real Sociedad Real Madrid

El trabajo del Real Madrid en San Sebastián se apoyó en su festiva y estudiada geometría: faltaba una mitad del equipo, y a la otra mitad, enriquecida con jóvenes bañados en talento y decorados en oficio, la soportaron los veteranos todavía en pie. Zidane planteó un once con Asensio y Morata de inicio, los muchachos que rehicieron sus maletas este verano y que a ratos arrojaron sobre el césped de Anoeta sombras chinescas del proyecto que está amasando el técnico francés. Cualquier análisis previo lo tiró por la borda la icónica jugada a tres líneas del Madrid: en el minuto dos, Ramos abrió a banda, Carvajal recogió la pelota y ahorrando gasolina esta vez, la envió al área. Bale, crecido, saltó entre los centrales y cabeceó a la red. Fue el partido más corto del mundo, porque ni el Madrid dejó elaborar respuesta rival ni la Real acertó a expresarla.

Muy verde en su confección, el equipo vasco siguió la pelota con la mirada unos minutos hasta que Ramos falló en una entrega hacia atrás, obligando a Kiko Casilla a dar el último homenaje a los Juegos de Río con un sprint caribeño varios metros fuera de su área. Fue otro error, de Marcelo en este caso, el que propició una segunda ocasión minutos después que Illarramendi, a quien pudo cegarle el pasado, pifió cediendo un pase de la muerte que resultó ser susto. Había pasado media hora en la que el Madrid pudo pagar imprecisiones, pero en un golpe de viento cada uno se quitó los fantasmas de encima y emergió Casemiro. De cinco puro, como le gusta al fútbol, mandó jugar a Kroos y Kovacic, que no aprovecharía su zancada hasta el segundo tiempo. Kroos, muy suelto entre la segunda línea de presión de la Real Sociedad, dirigió el fútbol y fue exigiendo al esquema del rival hasta que éste se partió con un crujido.

Por ese hueco, cerca del descanso, entró Asensio con una carrera tímida a un pase lejano de Varane: el mallorquín recolectó el premio y ejecutó a Gerónimo Rulli con una picada sublime. El arquero platense, por cierto, logró con un recital de estiradas y saltos a tiempo contener la hemorragia que su defensa en crudo estaba animando. Hasta el descanso y con el 0-2 otro de los destacados fue Morata, aunque sin premio, pero vital en ese rol tan destacado del delantero del Madrid que es el de generar juego prácticamente de la nada. La lástima es que sin Cristiano faltan sesenta goles por temporada, y aunque Morata no podrá hacerlos todos –se darán por satisfechos sus valedores si logra una cuarta parte-, sí puede ayudar a servirlos. Para liderar arriba, ya ha quedado claro, basta Gareth Bale.

El galés recorría el campo en modo ahorro oliendo su oportunidad: siendo de los últimos en llegar a la preparación, no parece haber notado en sus habitualmente lastimados músculos la presión de destacar. Esta sospecha la remataría al final, cuando pedían una oración por el encuentro. Zidane, que tuvo la ocasión de dormir mucho antes el partido ante la inoperancia rival, apostó en cambio por mantener la verticalidad con la entrada de Lucas Vázquez por Asensio. Luego los ingresos de Isco y James evidenciaron por qué ambos empezaron el encuentro sentados, pese a que el colombiano sirvió a Bale el 0-3. Al espacio, el once madridista afrontó a Rulli, lo regateó y empujó a placer su doblete. El Madrid a medias de los jóvenes de hoy arrancó el curso como debía: ganando fuera. A destacar, por cierto, el detalle de la Real recordando durante el partido a su exjugador británico Dalian Atkinson, quien por si fuera poco, haría su primer gol en España al mismo Real Madrid en octubre de 1990 y allí mismo, en San Sebastián –aunque en otro estadio; Anoeta no existía-. Descanse en paz, ‘txipirón’.


Esta crónica fue el trabajo de prueba para Clarín, donde colaboraré hasta diciembre -mínimo- en su edición en papel contando todos los partidos que el Real Madrid dispute en LaLiga Santander.

Foto de portada: mirror.uk

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