«Se impone un modelo donde no cabe lo discrepante»

En la burbuja de comodidades que ha envuelto a Occidente y que no exige a sus ciudadanos más atención que la estrictamente necesaria a través del filtro de los mass media ya no hay sitio para la sublevación primitiva. Bueno: en la Albania de los últimos años de dictadura comunista lo hubo. Alienado por un obsesivo proteccionismo, Enver Hoxha alejó a su pueblo de cualquier intervencionismo ajeno, y tal fue su empeño que llegó a crear incluso una brigada contraparanormal encargada, fundamentalmente, de perseguir y castigar a quienes creyeran en cualquier cosa que no fuera el sistema. Reprimidos por rezar y albergar una esperanza codificada en religión. Este es el punto de partido de The Invocation of Enver Simaku, película especialísima que ha pasado por Sitges, Abycine y Nocturna Madrid inspirando opiniones más que encontradas. En formato mockumentary, The Invocation of Enver Simaku narra la tenaz búsqueda, a través de entrevistas y encuentros con diferentes personajes, de un periodista (Julien Blaschke) cuya mujer fue asesinada treinta años atrás víctima, presuntamente, de un hombre poseído por una sombra desligada de lo racional. El claim de los primeros tráilers y clips de la película es cristalino y evoca ese misterio que el comunismo albanés pretendía cercenar por la fuerza: «¿Qué vieron? ¿Qué pensaron? ¿Qué… o a quién despertaron?». Una prometedora carta de presentación que es, además, la opera prima de un director español: Marco Lledó Escartín.

Hoy día es imposible crear sin pretender mensajes e indirectas, y su película bebe del encuentro entre religión y política. ¿Había algo que quisiera decir?

Pues sí. La película, más que dar respuestas, se hace un montón de preguntas. La situación que se plantea básicamente es la lucha del gobierno, del estado, contra la religión o el fanatismo: la imposición del ateísmo como “religión oficial” por encima de las ideas más místicas, más atávicas. Siempre me ha conmovido esta materia, esta pelea entre la razón y la magia: pienso que todos tratamos de ser racionales, cada vez somos más ateos, se hace bandera del laicismo, pero al final ese punto de magia es lo que nos da el arte, la poesía, la pintura… es ahí donde está la magia, y tengo la sensación de que por más racionales que intentamos ser, esa espiritualidad es imposible de borrar. Los albaneses hicieron una persecución absoluta contra cualquier creyente, pero no llegó a nada porque era imposible: no puedes extirpar eso tan primitivo. Digamos que ese es el fondo de la propuesta: ¿cómo es posible extraer eso? Es imposible. Para mí, imposible.

Dado que la religión cohesiona pueblos, ¿qué tipo de mal esconde el ateísmo?

Lo encuentro muy complejo, porque de entrada yo vengo de una familia atea: soy ateo, ni estoy bautizado… Pero joder, al final encuentro, y más en la deriva que toma el mundo y el capitalismo en que el dios es el dinero, que la religión era capaz de consolidar valores de los que la gente hoy se está alejando. No soy cristiano, ni por asomo, pero cuando llegas a una edad conoces otras realidades como esta de los albaneses, donde había algo que hacía que la sociedad se cohesionara de alguna forma. Y sobre todo lo veo en contraposición a ahora, donde hay cada vez más egoísmo, más individualismo en el turbocapitalismo en que estamos.

¿Como valora esa relación de la política con lo sobrenatural, algo de existencia no probada que quiere prohibir o contener por temor a que se desborde?

No es tanto temer algo que no existe, porque aunque yo crea que no existe sí que existe en la cabeza de la gente: y es una idea tan poderosa que se materializa. Para mí Dios no existe, pero hay catedrales con torres de cien metros. Había una fuerza y una determinación para construir a Dios, para construir el mito, que es un torbellino. El gobierno en este caso de Enver Hoxha luchaba por derrocar esa fuerza que era contrarrevolucionaria, que alejaba a la gente del nuevo credo que era la revolución y los valores socialistas -que tienen mucho de religiosos-.

Hoy hay mucho de eso: palabras prohibidas, realidades paralelas, tabúes, ensoñaciones colectivas… ¿Quién está pisando las líneas rojas?

La brigada contraparanormal albanesa era Barrio Sésamo comparado con lo que ahora, que es más sofisticado. Aquello al final era muy burdo, detenerte por rezar tenía los días contados porque la gente necesita creer. La persecución ahora es mucho más sofisticada: en publicidad, a través de los mensajes que recibimos que imponen un canon de belleza, social… hay que ser de determinada forma, hacer determinadas cosas, buscar experiencias. El ensalzamiento del súper individualismo que vivimos ahora de alguna forma es un fanatismo y acaba con otras ideas, con la otra espiritualidad de la gente. Entiendo que se están sustituyendo los valores por los que hoy el sistema está marcando como los valores de éxito y felicidad a los que hay que llegar, y se están dejando atrás otros que se podían dar en comunidades cristianas, como la solidaridad o la empatía, que se están menoscabando. Vivimos la tiranía del yo.

¿En qué escenario plantearía esta película en España?

En España u Occidente iría precisamente por ahí. Se impone un modelo donde no cabe lo discrepante. Tampoco soy tradicionalista, pero hay una repudia a lo tradicional que nos define más como sociedad. España está aun en ese tránsito: yo he vivido en Alemania y el tránsito lo han hecho hace tiempo, al menos en Alemania Occidental. La brigada contraparanormal de hoy es más perversa porque no se ve: está en las agencias de publicidad, los órganos de decisión, y el Estado es su herramienta.

invocation of enver simaku

¿Qué fue lo peor y lo mejor de llevar a término este proyecto?

Lo mejor sin lugar a dudas, la edición. Fue un proceso mágico, el editor es Sergi Dies (Entre dos Aguas, ganadora de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián) y trabajar en él ha sido una maravilla, un máster en cine más allá del material. Nos hemos metido en el fondo de un guion que ha ido mucho más allá de lo que yo pensaba. Su material tiene vida, fue una pasada. ¿Lo peor? Estaría feo decir que el rodaje, pero para mí siempre es la parte más tortuosa del proceso. Lo paso bien en la escritura y la edición, pero el rodaje es una especie de calvario que hay que atravesar. Eso sí: disfrutas del trabajo con los actores, ves cómo construyen tu historia.

No ocultas que esta película bebe de experiencias propias: el viaje de tu padre a Albania a finales de los 70, el condicionamiento político familiar… ¿Qué licencias creativas has podido permitirte en un proyecto tan personal?

La historia troncal no tiene nada que ver con mi padre: bebe mucho de la novela Spiritus, de Ismaíl Kadaré, en la que la policía persigue a una serie de personajes que invocan a los muertos. La historia del asesinato es ficticia, pero la contextualización política y social sí está influenciada por las vivencias de mi padre. Él de hecho fue en 1978, en la ruptura de los albaneses con los chinos, y estaba en el palco que abandonó la delegación china cuando en el desfile militar vieron pancartas de “nadie nos doblega, nadie nos domina” que llevaban los batallones albaneses. Desde ahí los albaneses intentaron construir su paraíso socialista, que salió como salió, pero la historia no deja de tener cierta épica. Rompieron lazos con el mundo y se lanzaron en una búsqueda atroz contra todo y todos, incluido su pueblo como demuestra la creación de la brigada contraparanormal. Ya había una especie de psicosis en el gobierno por controlar al máximo todo lo que pasaba en el país. He intentado retratar todo ese fresco a través de la voz de Julien y del riesgo de contar esta película casi como un docudrama o un audiocuento. Me parecía un formato muy curioso y he intentado jugarla por ahí.

Empezó a trabajar en el guion en 2014, ¿qué ha condicionado posibles cambios desde entonces?

Ha cambiado mucho: en principio la historia iba más en coordenadas más clásicas, puro thriller desde el principio. Pero no conseguimos la financiación que queríamos y al final opté por una historia que me fuera también más sencilla de armar con las herramientas de las que disponíamos. Al principio se hizo raro pensar en si una película contada con entrevistas y voz en off aguantaría: era el primer riesgo. Pero podía hacerlo con los medios que tenía sin que a nivel técnico se resintiera, era una historia muy adaptada a la producción. Me lancé, tuve el apoyo de todos y aquí estamos, así que interpreto que algo ha salido bien.

Consta que en Albania la película ha causado gran impacto, ¿cuál es la principal diferencia con la acogida en España?

Nosotros hicimos un pase privado en Albania el año pasado con un montaje diferente, veinte minutos más largo. Al salir nos dijeron que habíamos hecho un exorcismo con todos ellos, una gran lectura del país. Pronto iremos a Tirana a cerrar el festival de allí. Allí les ha impactado. Una de las mejores críticas que me han hecho es: has hecho Albania. Y se ven reflejados. De eso estoy súper orgulloso porque lo he querido tratar con un respeto máximo, sin maniqueísmos. ¿La acogida aquí? Albania como país es inquietante, desconocido para la mayoría: a nivel formal he intentado alejarme de lo que se decía o no. Lo que palpé en Sitges fue positivo: las salas se llenaron, la gente me habló bien, he leído algo por Twitter aunque no le hago mucho caso y la impresión no fue mala. ¿Es una peli distinta a lo que busca cualquier seguidor del género? Completamente. No encuentras lo que buscas. Pero tampoco pretendo yo enseñar a un seguidor nada. Caer en Sitges, en sección oficial, fue una pasada. Si puede abrir nuevas ideas o códigos en el género, el tiempo lo dirá.

Has mencionado Sitges, donde gustó la atmósfera, la fotografía. ¿Qué tiene de especial el público de estos festivales? ¿Funcionaría igual The invocation of Enver Simaku fuera de este clima?

Acabamos de estar en Abycine y la acogida también ha sido muy buena. ¿Qué da Sitges? A mí de momento todo, es una alegría increíble haber estado allí. Siendo sincero, no soy gran seguidor del cine de género aunque quede feo decirlo. Nunca me interesó demasiado, pero había una historia aquí que me apetecía contar y tenía que incorporar elementos de género porque era el trato de la coproducción que tenía, que al final han resultado bien. En Sitges gustó sobre todo la parte final de la película, ya en la casa, cuando se van en coche… Es el clímax de la peli, el momento del que estoy más orgulloso. La fotografía también era una preocupación importante para nosotros, personalmente para mí porque la directora de foto es mi mujer y que lo haya hecho bien me alegra el triple. ¿Qué me ha dado el público de allí? Me he aislado un poco, no sabría decirte. Lo veré con el tiempo, cuando pase esta vorágine de festivales, que para alguien como yo que acaba de salir del huevo es todavía un poco difícil de procesar.

¿Qué podemos esperar de su distribución en España?

No sabemos mucho, está por ver. El plan es salir en marzo-abril de 2019, depende de la cartelera y la agenda de entonces: saldremos con pocas copias, obviamente, por el tipo de película que es. Veremos qué acogida tiene, qué otros festivales pueden hacernos hueco y en función de eso iremos viendo.

Ahora que estás disfrutando, ¿te quedas en The invocation of Enver Simaku o ya hay algo en tu cabeza de cara a futuras ideas?

Sí, sí, hay cosas. Tengo dos largometrajes en desarrollo: uno como director de producción, un melodrama generacional. Y otro propio, en el que también rescato Albania por una cuestión de producción y de financiación ahora que se abren allí vías reales con Albania, Francia, quizá España… También estoy trabajando con una historia clásica, rescatando mitología albanesa. Pero sí, hay cositas en marcha.


Esta entrevista fue solicitada en primer lugar el 19 de octubre y confirmada el 23, y se realizó en el mismo Cinesa Proyecciones antes de la proyección de The Invocation of Enver Simaku en el Nocturna Madrid 2018. Agradezco a Alexis y Elena Fernández, de Las Espigadoras, su asistencia durante el proceso.

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