No es lupus

Quique Sánchez vs Zinedine Zidane

Desde que al Español lo dirige el doctor Greg House en lugar de Pedro J no es tan fácil adivinarle las convulsas raíces de su razón. Ante el Real Madrid, un enemigo amable y cortés que en estos casos siempre avisa, volvió a ser pura indefinición y desorden transitorio. Rafa Benítez, al que adoran en la segunda división inglesa este año, se habría puesto las botas ante el estropicio orgánico local: llegó a Madrid llorando, quiso correr con la matemática y salió meses después por la puerta pequeña del Imaginarium -sí, padres: ya está aquí la Navidad-, desbocado, descompuesto y con la camada intergaláctica lamentando la pérdida de su último bastión filtrador. Fue triste, pero no un drama.

A Quique Sánchez Flores, el sobrinísimo, le sobrevino el aura de Zidane y en el postpartido nada más que pudo plegarse al rey del sol consorte. Es una lástima, dicho sea de paso, que los récords ahora tengan tan poco recorrido y altavoz en los medios: se fueron todos a Múnich y allí los hirieron de muerte. Algo nos perdimos en ese viaje místico que tantos buenos pagadores hicieron mascando goma de excusas recicladas, pero es algo con lo que lidian las divinidades modernas sin estirar un sólo milímetro la mueca de satisfacción redonda de sus redondeadas caras. Algo tiene la calva. Haríamos bien en estudiar eso.

Del técnico del Espanyol sabemos que el periodismo le hizo mejor preparador. Del entrenador del Real Madrid, que una vez no ganó a La Roda. A Quique, si me lo permite, le lanzo un consejo de admirador: todavía está a tiempo de retractarse y retirar esa cuota de poder al cuarto poder. Con lo bien considerado que está el periodismo español -no digo ya el deportivo, donde confluyen algunas de las mentes más claras y preparadas de la generación que existe y la que viene-, habría encontrado solución a la entrada de Toni Kroos antes incluso de que naciera Casemiro. Pero me temo que esa pelusa que le crece al Madrid en cada línea conspiradora no sea fácil de diagnosticar. No es lupus. Sabe raro, no sé. Como a victoria.


Foto de portada: Getty

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