El Rayo Vallecano y la solidaridad de incógnito

Rayo Vallecano Kelme

En julio de 2015 el Rayo Vallecano redecoraba las páginas de los generalistas con el lanzamiento de una campaña solidaria global que alcanzaba hasta los colores que el equipo llevaría esa temporada. Se anunció que se destinaría un euro de cada abonado, siete de cada camiseta arco-iris y cinco de cada camiseta rosa a ocho asociaciones diferentes -una por cada color-, medida vitoreada en masa por la prensa en un erial, verano, en el que las noticias se hacen de rogar. También la inmensa mayoría del entorno fútbol agradeció delicadamente la causa, que fue sin embargo fuertemente criticada y reservada por uno de sus grupos más representativos, los Bukaneros, quienes percibieron de nuevo cierto empoderamiento de la directiva rayista con esta maniobra de trazas efectistas. El Rayo, al fin y al cabo, ni quería ni podía permitirse dejar que flaqueara su dimensión social en tiempos de diferenciación correctiva. Ayuda de diversas formas a diversos colectivos y sabe publicitarlo. El negocio de la contracultura, en definitiva, que tan bien explican -y que tantas adversativas necias ha recogido, como se preveía- Joseph Heath y Andrew Potter en ‘Rebelarse vende’ (2004). También hay negocio, qué duda cabe, en la solidaridad.

Sinceramente interesado en la campaña y sobre todo con el desinteresado ánimo de recoger detalles concretos de la misma, contacté con el Rayo Vallecano por primera vez el 2 de octubre, hace exactamente un año. Requerí al club apenas un par de datos: número de abonados y tipología de estos, para estimar cuánto dinero se llevaría recaudado a esa altura del año y pulsar el éxito de la acción. Fernando López, de comunicación, me proporcionó el nombre de Enrique Ramiro, de taquillas, quien notablemente apurado me indicó que se encontraban en la última semana del pago fraccionado para los abonados y que tan pronto se liberara del estrés derivado intentaría proporcionarme la información solicitada. Un mes después y sin noticias nuevas, reiteré la cuestión al departamento de prensa y éstos se desmarcaron exigiendo una petición formal del medio en el que iba a publicar la información para acceder a proporcionarme los datos, algo que por entonces ni siquiera yo tenía claro.

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Me echa un cable Cristina Horcajo, de Neupic, donde colaboré gratis unas semanas hasta final de año, pero a ella tampoco le ayudan. Me pregunto entonces si el Rayo estaba buscando en ese momento publicidad o buena publicidad, dado que el primer reflejo fue ayudarme con la información a cambio, parece, de un nombre que reforzara la visibilidad de la campaña a mitad de temporada. El requiebro del club ya era innegociable, algo sorprendente habida cuenta que de que en definitiva sólo pedía números lo más concretos posibles -ni siquiera exactos, puntualicé- para dar cobertura al desarrollo de una campaña solidaria. Nada, a priori, incómodo o inasequible a un club que ha construido parte de su identidad sobre este tipo de acciones. Se consumen un buen puñado de semanas en las que se publica que el Rayo ha logrado batir su récord de abonados: la última cifra oficial se queda en los 11.535, es decir, 11.535 euros de partida para la campaña ‘Soy rayista, soy solidario’. Sin contar la venta de camisetas. Para abril, ya con esta web activa y en marcha, recupero el tema y vuelvo a escribir a todas las partes con la idea de publicar algo antes del final de temporada.

En este caso decido además ponerme en contacto de forma paralela con Kelme, la marca que viste al Rayo Vallecano y que entiendo trabajará junto a ellos en el desarrollo de la campaña, bien proporcionándoles las cifras necesarias o dándole cualquier otro tipo de cobertura, con el fin único de que puedan calcular lo mejor posible la cuantía a donar. Quizá lo normal, lo esperado, lo lógico. El 1 de abril hablo con Luis Yáñez, director general del club, que lamenta la situación deportiva que parece ha distraído de todo lo demás a la institución, y que emplaza al momento de la salvación -que finalmente no fue tal- para organizar el acto de entrega de los cheques. En Kelme me remiten a Sonia Llácer, directora de marketing, a quien pregunto por correo ese mismo día por el número de camisetas vendidas. Se cumplen seis meses persiguiendo la historia, pero en vistas de que la información no llega -ni siquiera el club ni la marca se arrogan ningún tipo de derecho para esconderlas, sencillamente no responden o, en el mejor de los casos, dan rodeos para evitar implicarse-, comienzo a percibir que igual algo les cohibe para la entrega de esta información a la prensa. Quién sabe.

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A finales de mayo, con la temporada acabada y el Rayo en segunda, pregunto de nuevo al club. Cuatro días después responde Luis Yáñez, quien ya planea unas semanas de baja con varios frentes vitales por resolver, entre ellos el de buscar un nuevo entrenador y el de dar respuesta a la necesidad de la radio oficial del club, Unión Rayo, de integrarse definitivamente en su organigrama. Yáñez contesta que no hay fecha definida para la entrega de los cheques, se justifica con la mencionada «reestructuración» -el drama del descenso golpea en las sienes de los rincones modestos con una reverberación de doble hoja- y sí adelanta que el acto tendrá lugar antes del cierre de la temporada, esto es, antes del 30 de junio. Para entonces Yáñez ya está de vacaciones, el Rayo sigue sin entrenador y su radio oficial da de bruces una y otra vez contra el presidente Raúl Martín Presa, que desoye sus peticiones, evita reunirse con sus responsables y sólo contesta, de cuando en cuando y por Whatsapp, decidiendo finalmente y por omisión prescindir del medio. Un medio, dicho sea de paso, a quien el club únicamente facilitaba las instalaciones: sin sueldo, sin ayudas económicas de ningún tipo y únicamente dirigido y sostenido por sus trabajadores. Condiciones que estos pactaron cuando se creó la radio, pero que merece la pena subrayar.

Yáñez vuelve de vacaciones y parece remangarse, con cierto retraso, para acometer la planificación de la nueva temporada en segunda. El 7 de agosto reitero el correo con las peticiones a todos los nombres del club con los que he estado en contacto, suponiendo que con la temporada cerrada debía existir algún registro con números concretos. Hasta con decimales. Una semana después vuelvo a Sonia, de Kelme, y telefoneo varias veces a la marca, donde siempre aseguran que no puede atenderme. Entre medias de todos estos intentos, el departamento de prensa del club envía la convocatoria para el acto de entrega de los cheques el día 18. La nota de EFE llega rebotada a todos los medios y no caben más preguntas. Los beneficiados de la campaña sonríen posando junto a sus cheques. Son 29.105 euros en total repartidos entre ocho asociaciones de la siguiente forma: 3.535,14 a siete de ellas y 4.360 a la octava, Aladina. En ningún momento el club especifica cuánto de ese dinero corresponde a la venta de camisetas y cuánto a cada abono, solidario o no. El 23 de agosto intenté por última vez estas respuestas, pero el club ya había echado el cierre al tema. Con casi tres meses de retraso, parte de la afición confusa por la desaparición de la radio oficial, la broma de la franquicia en Estados Unidos y los Bukaneros más al rojo vivo de lo habitual, Presa contiene la respiración para salir bien en la foto e inmediatamente después corre la cortina. Ha vuelto a ser noticia. Y con eso les llega, parece, a él y a su Rayo Vallecano.


Foto de portada: kelme.es

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